Editorial

Libia: un año después

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Libia cumple un año del comienzo en Bengasi de la revuelta social que terminó con el extravagante régimen dictatorial del coronel Gaddafi en un clima de inestabilidad y desunión nacional que suscita fuertes aprensiones. Se advierten sobre todo en una preocupante falta de seguridad y en la persistencia de grupos armados que se remiten a sus jefes de la guerra y no a la autoridad provisional reconocida. No es una sorpresa porque la debilidad estructural de la sociedad libia, muy dependiente por tradición de vínculos clánicos y afinidades tribales, nunca había sido corregida, ni siquiera por un régimen de autoridad. Es muy preocupante la falta de genuina voluntad política del fraccionado campo vencedor para abordar la situación. El presidente del Consejo de Transición, Mustafa Abdul Jalil y el primer ministro, Abdulrahim al-Kib, son personas capaces y de buena voluntad, pero no líderes fuertes de un país que no es Túnez, donde el gobierno saliente sí ejercía como tal. Los libios deben entender que no pueden seguir así y que la comunidad internacional espera una conducta más coherente y un rápido avance institucional.