El juez del Supremo Joaquín Giménez. :: BORJA AGUDO
ESPAÑA

«El tsunami de descalificaciones por la condena a Garzón es gravísimo»

«Uno puede tener un historial maravilloso, pero si ha cometido un delito, ese delito no se borra por el historial», afirma el juez Joaquín Giménez. Magistrado de la Sala de lo Penal del Supremo

BILBAO. Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Aún resuenan los ecos de la controvertida inhabilitación de Baltasar Garzón por prevaricar en el caso de las escuchas a los abogados de 'Gürtel' y en la primera entrevista tras la sentencia, el presidente del tribunal que condenó por unanimidad a Garzón, Joaquín Giménez, se pronuncia sobre el veredicto y sobre las críticas recibidas. Y se arranca sin que medie pregunta.

-Es que hay que explicar lo que es la prevaricación, el peor delito que puede cometer un juez sometido a las leyes y al ordenamiento jurídico. En la prevaricación judicial, el juez pone la norma y los valores que encarna al servicio de su voluntad, con lo cual hace pasar por conciencia de la ley lo que es su propia conciencia. Esto es grave. Lo ha ocurrido en el caso que nos ocupa es que donde la ley tenía unas previsiones muy claras, se ha puesto esa norma jurídica al servicio de la voluntad del que la ha aplicado. Y esto ha generado un tsunami de críticas desde el sentimentalismo y, por tanto, también con cierto margen de irracionalidad y arbitrariedad. La crítica es muy sana para los jueces y yo la acepto, pero el mínimo rigor intelectual que se puede pedir a algunos de los que no estén de acuerdo es haberse leído la sentencia. Y diría más: basta con leer los dos autos por Garzón en los que autoriza la ruptura de la confidencialidad en las conversaciones de letrado y cliente en el locutorio de abogados de la prisión. Esto no son intervenciones telefónicas, no lo son. Y que yo sepa, es la primera vez que se hace eso en la historia judicial de España.

-¿No quedaba otro remedio que la condena por unanimidad? ¿Era tan nítida la prevaricación?

-Absolutamente. Nadie fue a la vista oral en el Supremo con un prejuicio. En la nota que hizo pública Garzón tras la sentencia hay una ramillete de expresiones descalificadoras e inexactas, como que se ha atacado la independencia judicial. No, no, es el juez el que está sometido a la ley. Y no se puede hacer pasar por expresión de la ley lo que es la expresión de la voluntad de una persona. ¿Que uno cree que lo ha hecho bien? Indudablemente, no vamos a pedir la adhesión del condenado a la sentencia.

-¿Qué sienten cuando Garzón les reprocha haber dictado una sentencia injusta, o cuando su hija se duele de que algunos «brindarán con champán»?

-Sobre lo dicho por su hija no creo que deba pronunciarme. Que él piense que la sentencia es injusta es lo que piensa el 99,9% de las personas que han sido condenadas. En este tsunami de descalificaciones gravísimas que se han hecho contra el Supremo en general y contra la Sala Segunda en concreto no han faltado algunas de sectores, entre comillas, de la izquierda progresista, representantes de la carrera judicial, de la fiscal. sorprendentes para mí.

-Se le condena porque hizo mal.

-Exactamente. Uno puede tener un historial maravilloso, pero si ha cometido un hecho delictivo, no se borra por el historial. ¿Dónde está entonces el principio de igualdad ante la ley? Recuerdo un viaje en el que un alto cargo del Gobierno de Perú me preguntó, con absoluta ingenuidad, ¿se puede juzgar al juez Garzón? Y dices, mire, hay una causa abierta, no le puedo decir más, ya veremos a ver. Aquí ha habido una crítica excesiva. Excesiva porque no ha sido una crítica a la sentencia, sino una deslegitimación a todo el Tribunal Supremo, del que se ha dicho que está de rodillas ante la corrupción, fuera fascistas del Supremo. Son cosas muy duras, y algunas tienen reflejo en el Derecho Penal. Conviene recordar que hay un artículo que hace referencia a los ataques a altos organismos de la nación. Escuchando ciertas cosas, uno se pregunta que dónde estamos. Y sobre todo, viendo la identidad de algunos de los que dicen esas cosas. El enjuiciamiento es serenidad, es distanciamiento, es ponderación, es valoración.Y todo eso, no lo he encontrado en las críticas.

-¿Le ha dolido escuchar eso de 'fascistas fuera del Supremo', teniendo en cuenta que a usted siempre se le ha encuadrado en la izquierda judicial?

-Me da lástima por los que lo dicen, francamente. Una sentencia condenatoria nunca se puede celebrar, siempre es un fracaso. Y siempre es algo negativo, es un dolor, por así decirlo. Pero si con todas las garantías se llega a esa conclusión, hay que dictar sentencia, evidentemente. El Supremo tiene la última palabra, lo que no significa que tenga la razón. Claro que es legítimo apelar al Constitucional, al Tribunal de Estrasburgo. Pero también tengo que decir que unos autos como los que se han valorado para condenar a Garzón nunca los he visto. El proceso penal tiene un núcleo duro, que es la confidencialidad entre el abogado y su cliente. Si ese abogado está en prisión, hay un plus de confidencialidad.

-Le planteo una tesis muy extendida: esto es un ajuste de cuentas dentro del sistema. El Supremo es la última instancia de lo debatible y Garzón llevaba mucho tiempo forzando las costuras de la ley.

-Niego la mayor, se ha juzgado lo que se ha hecho. Bien, no es frecuente que coincidan tres causas como las que afectan a Garzón. Pero esta no es tema de acción popular, hay acusadores particulares que se han sentido perjudicados en sus derechos. No quiero entrar en si estos perjudicados eran imputados, a su vez, en otros delitos más graves. Esa es otra cuestión, vamos a distinguir las cosas.