Tribuna

Fátima, la última aparición 'mariana'

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Se llama Fátima pero no es la Virgen. No es por lo tanto ningún tipo de advocación mariana del catolicismo que se venera en la ciudad lusa. Digo que no es mariana, pero Mariano está detrás. Sólo un secreto bien guardado y no tres. Son muchas las coincidencias, pero no es ahora Santarem y todo el misterio que lo rodea el objeto de mi análisis, es el Real Decreto-Ley 3/2012, de 10 de febrero, de medidas urgentes para la reforma del mercado laboral. Todo ha cambiado, el régimen jurídico regulador hasta ahora del mercado de trabajo, tiene una buena parte de culpa de los males que nos acechan, de ahí la necesidad de cambiarlo todo. La famosa encina lusitánica, allí donde los pastorcitos quedaron extasiados y absortos con las apariciones, donde la candidez de sus caras, sólo pueden ser comparables con la de Cándido, no sé si con cara de cándido o de póker, cuando desveló el secreto de Mariano y Fátima.

Distorsionado, disfuncional, irracional, injusto.el nombre es lo de menos. Este es el engendro que hemos creado de mercado de trabajo, desde la promulgación allá por 1944 de la Ley de Contrato de Trabajo. La mano de obra española puede agruparse en una primera aproximación en los siguientes niveles o estratos, funcionarios públicos, personal laboral al servicio de las administraciones públicas, trabajadores de empresas públicas, trabajadores al servicio de empresas concesionarias de servicios públicos, trabajadores de grandes empresas y el resto de trabajadores, estos dos últimos estratos, en su doble dimensión a su vez de fijos y temporales. Si el factor trabajo pudiera ser radiografiado estáticamente, ésta sería la fotografía que mejor lo inmortalizaría. Creo que sobran las palabras y se justifica la inmediata intervención del legislativo que racionalice el vetusto, arcaico e inoperante mercado de trabajo español.

Todos los españoles tienen el deber de trabajar y derecho al trabajo. Además, un altísimo porcentaje de la población obtiene las rentas necesarias para vivir del trabajo, bien por cuenta propia o ajena. De igual forma, el reconocimiento de la libertad de empresa lleva aparejado la garantía de los poderes públicos que garantizan y protegen su ejercicio, impidiendo la existencia de obstáculos para su ejercicio. Subyace en el fondo, la necesidad de conciliar los derechos antitéticos de las partes contratantes del contrato de trabajo. La negociación colectiva en España, por su especial naturaleza jurídica, se convierte en el centro de producción normativa que podría posibilitar hacer realidad los derechos reconocidos en sendos artículos constitucionales, el 35 y el 38. Lo acontecido hasta ahora, sobre todo desde la existencia de la moneda única, es que el marco jurídico regulador de la negociación colectiva ha lesionado gravemente la productividad y competitividad de la economía española, por cuanto ha supuesto un freno a la creación de empleo y a la creación de empresas.

Cuando se presentó días atrás la reforma financiera, algunos la calificaron de insuficiente, ya que casi toda ella versó sobre la problemática de la valoración de parte de sus activos y la necesidad de provisionar los mismos. Esto sólo no arregla la situación, ni producirá en el corto plazo efectos positivos que posibiliten la dinamización de la actividad económica, aunque sin duda facilitarán el camino que inexorablemente hay que recorrer. Pero es conocido por todos, la incidencia directa que el desempleo, como rémora del mal funcionamiento del mercado de trabajo, tiene sobre el sector financiero, que ha llegado a suponer su propia espada de Damocles, que impide un resurgir de este. Hace años se publicaba un Boletín Económico del Banco de España, que en materia de empleo-desempleo se remitía al artículo sobre «Fluctuaciones del empleo en un mercado de trabajo con contratación dual». La autoridad monetaria española viene advirtiendo desde época inmemorial y de forma permanente, de la imperiosa necesidad de reforma del mercado laboral, por las consecuencias que el desempleo existente en España puede acabar teniendo en el sistema financiero y se externalice a modo de colapso o en forma sistémica, como en su día se predijo de la banca. El paro es la mayor amenaza de la banca porque se traduce en mayor morosidad, menor negocio para ésta, causa directa del desmesurado endeudamiento público, siendo su consecuencia inmediata, el encarecimiento del crédito, está claro que el mercado de trabajo exigía sin demora una reforma urgente e inaplazable y además, esta debe ser de alto alcance. Por primera vez en nuestra historia, las cosas se han hecho pensando en los intereses generales y no en los de unos pocos. No puedo compartir la queja sindical, que alude al secretismo con el que ha actuado el Gobierno, invocando para ello el artículo 131 de la Constitución. Quizás sea, la falta de costumbre del que fuera durante siete años, el llamado «Vicepresidente Cuarto del Gobierno», y al que nadie le rechistaba y que nada se hacía sin su beneplácito. Y así nos fue. La acusación cae por su propio peso, ya que el Gobierno ha escuchado en todo momento a los llamados Interlocutores Sociales y sabe cuáles son sus intereses y sus propuestas, porque se han publicado en el B.O.E. a primero de mes, plasmado en el II Acuerdo para el Empleo y la Negoción Colectiva 2012-2014. Este, en absoluto colmaba las aspiraciones de un Gobierno, que debe velar por los intereses de los que trabajan y de los que no lo hacen. España ha destruido más empleo, y más rápidamente, que las principales economías europeas. Los datos de la última Encuesta de Población Activa describen bien esta situación: la cifra de paro se sitúa en 5.273.600 personas, La tasa de desempleo se sitúa en el 22,85%.

Ante esta calamitosa situación, se promulga el texto de la Reforma Laboral, circunscrita a las presiones de los mercados financieros sobre la zona euro, la deuda pública española y las recomendaciones de la Unión Europea, que hacen imprescindible abordar las deficiencias estructurales del mercado laboral español, que permitan iniciar la recuperación de la economía española y como efecto inmediato, se genere la confianza necesaria para que los empresarios realicen nuevas contrataciones y opten por aplicar medidas de flexibilidad internas, antes que por destruir empleo.

Sólo espero que el Gobierno se mantenga firme y no se deje amedrentar. Estas medidas son las únicas que posibilitan hacer nuestra economía más competitiva. El viernes se desveló por fin el milagro de Fátima, la modificación total del Título III del Estatuto de los Trabajadores, revolucionando el espíritu de la negociación colectiva.