SOMOS DOSCIENTOS MIL

UNA PANCARTA INOPORTUNA

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Comienzo hoy estas líneas dejando claro que no deseo lanzar una proclama, ni a favor ni en contra del Juez Garzón, a quien deberemos acostumbrarnos a llamar ciudadano Garzón, toda vez que, en aplicación de la reciente Sentencia de la Sala 2ª del Tribunal Supremo que le ha condenado a catorce meses de multa e inhabilitación durante once años para el ejercicio de su cargo, el mismo dejará de ser Juez durante todo este tiempo.

De hecho, si doy mi opinión como simple ciudadano, la Sentencia podría parecerme excesiva para alguien que, con muchos matices, se ha destacado por la lucha contra el terrorismo y la corrupción. Sin embargo, si opino desde un punto de vista estrictamente profesional, así como desde la experiencia que me otorgan mis más de veinticinco años como abogado, creo que la Sentencia es intachable. El señor Garzón es condenado como autor de un delito del artículo 446 del Código Penal, que condena al Juez o Magistrado que, a sabiendas, dictare sentencia o resolución injusta. Ello en concurso con el artículo 536, que castiga a la autoridad, funcionario público o agente de éstos que, mediando causa por delito, interceptare las telecomunicaciones o utilizare artificios técnicos de escuchas.//., con violación de las garantías constitucionales o legales.

Ambos artículos, pese a quien pese y por mucha trama corrupta de derechas que hubiese tras los hechos, han sido conculcados por el señor Garzón. Por si alguna duda sigue existiendo, a todos aquéllos que se manifiestan abiertamente contra la Sentencia, simplemente cabría preguntarles que opinarían de la actitud del Magistrado, si fuesen ellos los encarcelados y hubiesen sido sus conversaciones privadas con sus Letrados, las que el Juez hubiera grabado. Cuando nos afecta personalmente, ¡ay amigo!, la cosa cambia.

Pero bueno dejaré aquí el tema, que sin duda levantará miles de opiniones, todas ellas mucho más autorizadas que la de este humilde cronista. Centrándome en mi ciudad, enlazo ambos temas para hacerme eco de la concentración que el pasado viernes se desarrolló ante la sede de la Audiencia Provincial de Jerez, precisamente en repulsa por la mencionada condena. Hasta aquí nada raro, pues este tipo de concentraciones se repitieron en todo el territorio nacional. Lo que si llamó mi atención -supongo que Jerez es diferente-, es la pancarta que portaba el grupo de concentrados (pueden ver la foto en la edición de La Voz del pasado viernes), cuyo texto decía literalmente: "Garzón te ves como Jesús de Nazaret"

Por ahí no puedo pasar. No encuentro paralelismo alguno entre el procedimiento, juicio y sentencia dictada por unanimidad por la Sala Penal del Tribunal Supremo, con todas las garantías legales a favor del justiciable, con el proceso seguido contra Jesús que, arrestado en el Huerto de los Olivos, es conducido al palacio del Sumo Sacerdote donde tras oír a varios testigos comprados, es condenado a muerte por el Sanedrín, condena que ejecuta el gobernador Poncio Pilatos. Y, todo ello, en la misma madrugada.

Tampoco hallo similitud alguna entre la flagelación inmisericorde que sufrió nuestro señor Jesucristo, que además trasladó a cuestas el travesaño de la cruz hasta el lugar de la ejecución, con el proceso previo que Baltasar Garzón ha sufrido hasta llegar a su condena. Y qué les voy a decir de la condena en sí. Como es posible comparar a quién ha sido condenado a catorce meses de multa e inhabilitación durante once años, condena que no le va a privar de suculentos ingresos (lo veo dando conferencias por todo el mundo), con la terrible muerte en la cruz, muerte que se producía por el desgarramiento de todo el cuerpo que, finalmente, provocaba la asfixia del condenado.

Ni siquiera cabe comparar la personalidad de ambos. Jesús mantiene un discurso coherente y constante sobre el Reino de Dios. El Magistrado lo mismo se presenta a Ministro, que mete en prisión a sus antiguos compañeros de partido. Luego ¿qué paralelismo ven estos manifestantes para sostener tamaña pancarta?

Hace semanas que no finalizo estas líneas con una reflexión. La de hoy, firmada por un religioso estadounidense de la talla de Martin Luther King, viene como anillo al dedo: «Nada en el mundo es más peligroso que la ignorancia sincera y la estupidez concienzuda.».