Rubalcaba y sus fieles
El nuevo líder del PSOE se rodea de un equipo adicto marcado por la provisionalidad
Actualizado: GuardarEl flamante secretario general del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba, hizo en su primer discurso tras la victoria gran hincapié en la idea de unidad, que antepuso a la del cambio, pero la integración de los dos equipos que han rivalizado ha sido realmente escasa. Entre los 38 miembros de la Ejecutiva entrante, apenas hay un puñado de militantes de relieve que apoyaron a Chacón; además del presidente andaluz, Griñán, aupado a la presidencia del partido por razones coyunturales -las inminentes elecciones-, el recuento es rápido: José Zaragoza y Esperança Esteve, del PSC, y Maru Menéndez, cercana al líder madrileño Tomás Gómez. De cualquier modo, eso es lo habitual en los congresos socialistas en que cambia el líder -no hubo más integración en el 35º congreso del 2000-, y así ha sido entendido por la militancia ya que la nueva Ejecutiva ha merecido un respaldo de algo más del 80%. Integración y unidad son conceptos dispares, y la unidad debe ser lógicamente el gran desiderátum de la nueva dirección, que nace con marcada provisionalidad, dada la incertidumbre en torno a una nueva candidatura de Rubalcaba a la presidencia del Gobierno. Todo indica que, cuando llegue el momento, la derrotada Chacón podría intentar de nuevo la aventura, aunque esta vez en competencia con otros caracterizados dirigentes de su misma generación: Óscar López, flamante secretario de Organización, Patxi López, de Acción Política, o Eduardo Madina, vocal de la Ejecutiva, entre otros. Rubalcaba tiene la evidente intención de centrar el cambio en un cierto viraje a babor, mediante políticas que «van a marcar una división entre izquierda y derecha» -la propuesta de revisión de los acuerdos con la Santa Sede, por ejemplo-, y ha orientado ya el mensaje hacia «las tres E»: empleo, Europa y equidad. El PSOE afronta un difícil equilibrio entre la tarea de oposición, muy necesaria para servir de contraste a las políticas anticrisis del PP, y la regeneración ideológica, que, en paralelo a lo que están haciendo sus homólogos europeos, deberá servir para reconstruir una socialdemocracia que acabó arruinada en toda Europa por la imparable oleada neoliberal.