La lógica de los mercados y la cruda realidad
ABOGADO Actualizado: GuardarEstamos inmersos en una fuerte depresión, que sólo le va a la zaga a la del 29. Al menos de momento, porque al ritmo al que se suceden los acontecimientos, a lo mejor hasta la rebasamos. Fijemos la situación económica del país y sepamos realmente donde nos encontramos. Desde que se instituyó la Unión Monetaria en 1999, con la creación del euro como moneda única para un grupo de países, en España los tipos de interés reales (deducida la inflación) ha sido muy próxima a cero. Esto tuvo como consecuencia, la pérdida al miedo casi reverencial, que hasta entonces teníamos los españoles a endeudarnos por encima de ciertos límites razonables. La consecuencia directa, las empresas y las familias se han endeudado durante la anterior década hasta límites insospechados. Las empresas han incrementado durante ese período de tiempo su nivel de endeudamiento hasta una cantidad que rebasa el 60% del PIB y las economías domésticas o familias, hasta superar el 40% de su renta disponible. Todo ello, amén del endeudamiento del sector público español durante la década, ha supuesto un aumento de ¾ de billón de euros del endeudamiento total de la economía española o lo que es lo mismo, una cifra cercana al 70% del PIB. Esto supuso a finales de 2009, una deuda de la economía española con los bancos y otras entidades financieras extranjeras que se acercaba al billón de euros. Más de la mitad de esa cantidad, era deuda asumida por el sistema financiero español (bancos y cajas de ahorros). La crisis internacional que acontece y se desarrolla de forma virulenta en 2007, visualizada con la caída de Lehmans Brothers, constriñe de forma radical el crédito internacional, paralizándose en un alto porcentaje las transacciones entre entidades, por desconfianza entre los operadores financieros.
El Gobierno español hizo alardes, precisamente la misma semana de la caída de Lehmans, de solvencia y consistencia de su sistema financiero. Pero, a nuestro inefable ZP, se le olvidaba descontar en la información económica-financiera-patrimonial en qué consiste el balance de cualquier entidad financiera, el estallido de la burbuja inmobiliaria. Sí el balance de situación de una entidad, debe informar la imagen fiel del patrimonio de la misma, ya en esos momentos se producía un importante sesgo informativo, que no suponía la realidad de la situación patrimonial de las entidades. Tampoco sus Cuentas de Resultados expresaban fehacientemente la realidad, ya que la necesaria prudencia en su determinación, exigía la aplicación del principio que inspira en la actualidad el Plan Contable, consistente en la valoración a precio de mercado de los activos de las entidades financieras. A éstas se les 'olvidó' provisionar las pérdidas latentes que representaba las minusvalías derivadas de la pérdida de valor de los activos inmobiliarios existentes. De ahí la importancia crucial para nuestra economía, de la reforma del sector financiero aprobada el pasado viernes. Justifica el saneamiento de las partidas del activo inmobiliario mediante provisiones, con cargo a beneficios y capital, que ascenderá a 50.000 millones euros. El suelo será provisionado en el 80% de su valor, el 65% las promociones en curso y el 35% los inmuebles ya terminados. Esto que comportan 40.000 millones, hay que añadir otros 10.000 millones, equivalente al 7% de los activos sanos en posesión de las entidades financieras, para cubrir la previsible morosidad y su incidencia negativa que se presume tendrá en los dos próximos años.
La pregunta que debemos hacernos es la siguiente ¿arregla esto la crisis y supondrá un punto de inflexión en la situación que padecemos? La respuesta es clara, es condición necesaria, pero no suficiente. Existen en realidad tres posibles soluciones al problema español:
1º. La integración política y económica de los 17 estados que conforman el euro. Antes de 2007, Europa ya transmitía problemas de credibilidad económica, precisamente por su pérdida de competitividad, tanto respecto a USA y países emergentes. Su principal hecho diferencial, el Estado del Bienestar se ha convertido en un definitivo lastre, imposible de soportar con su actual diseño.
2º. La salida de España del euro, recuperando su propia moneda, lo que posibilitaría una fuerte devaluación, estimada en un 50% sobre la valoración actual de la moneda común. Es decir, nos empobreceríamos en una cantidad equivalente con respecto al exterior, pero recuperaríamos la competitividad perdida.
3º. El supuesto de deflación interna. Es la situación en la que nos vemos inmersos. Krugman lo advirtió en su artículo de 2007, la pertenencia de España a la Zona euro impide realizar políticas monetarias propias. Por lo tanto sólo nos queda una posibilidad cierta y real, la reducción de la masa salarial para hacer más competitiva nuestra economía. A la misma reflexión llegó Blanchard, economista jefe del FMI. Ahora lo explica en un brillante artículo Manuel Balmaseda.
Observen el concepto que de forma reiterativa aparece siempre en el elenco de posibilidades de solución: la competitividad de la economía. La economía española creció de forma desaforada en los dos primeros tercios de la década anterior. Ese crecimiento se sustentó en el tirón producido por el consumo interno. Consumo posible por medio de financiación ajena y una gran parte de ésta de origen internacional. La demanda interna se expandía tanto, que la oferta no era suficiente para seguirla, produciendo ello un encarecimiento de los costes de producción. A su vez esto ha provocado una drástica caída en los niveles de competitividad, estimándose en un deterioro del 31%. Dicho índice de competitividad lo calcula la OCDE interaccionando tres conceptos: costes laborales, productividad y los tipos de cambio de las divisas de los socios comerciales. En el período de referencia 2000-2007, Alemania ganó un 2% de ese índice, lo que supone que España presenta una posición menos competitiva con respecto a Alemania del 33% en los mercados exteriores. En el mismo período, el Banco de España detecta una caída del índice para España del 15% frente a la media de los países desarrollados.
Por lo tanto el problema es recurrente. Siempre la competitividad. Si queremos permanecer en el euro, hemos de hacer las reformas anunciadas con toda contundencia. Falta la laboral, que debe posibilitar ganar competitividad, lo que desde la perspectiva de incrementar ese concepto, sólo admite un camino, el incremento de la productividad del factor trabajo. Sólo esta opción, conjuntamente con las dos reformas ya en marcha, la del control presupuestario, el déficit y la deuda pública y la financiera, harán posible que dentro de cierto tiempo, en ningún caso a corto plazo, volvamos a tener esperanzas en nuestra economía y en España.