DONDE LAS CALLES NO TIENEN NOMBRE

TIEMPOS REVUELTOSJEREZ DE LAS FRONTERAS

La Junta ha ofrecido a sus empleados de Justicia trabajar horas extra por la tarde; quizá debería haberlo hecho con parados

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Es ciertamente complicado sentarse a escribir delante del ordenador y no hacer referencia, una semana más, a la ruina en la que está inmersa esta ciudad nuestra. Al calvario que está pasando tanta gente y al frío que, pese a todo, no ha logrado congelar las voces de las trabajadoras de Acasa y Limasa acampadas a las puertas del Ayuntamiento. Qué más se puede decir de todo esto... me temo que el final del túnel, ese lugar donde empieza a verse la luz, está todavía algo lejos. Pero no nos queda más que mirar al futuro y trabajar para mejorarlo, para cambiar el destino sombrío que parece esperar a Jerez irremediablemente detrás de cada esquina del tiempo. Hace unos años -lo que recordado estos días- un periódico local publicó con motivo del día de los inocentes la noticia de que a la ciudad se le iba a quitar el apellido 'de la Frontera'. Un tiempo después, el entonces alcalde Pedro Pacheco creo que se lo llegó a plantear seriamente. Como en todo, había quien defendía que Jerez a secas es más que suficiente para identificar a nuestro municipio en España y parte del mundo; y también estaban los que consideraba una patada a la historia en sus partes nobles el hecho de modificar el nombre de nuestra sacrosanta villa. Fíjense, eran las cosas en las que nos distraíamos cuando el Ayuntamiento pagaba religiosamente a todo quisqui y no había una pandemia de paro como ahora. Hoy día un debate así nos puede parecer una verdadera chorrada con la cantidad de problemas que tenemos que solucionar en Jerez (de la Frontera). Yo creo, además, que esta ciudad sigue teniendo fronteras, más de una. A veces nos las ponemos nosotros mismos, y otras veces dejamos que nos las pongan. Hay dos ejemplos que me vienen a la cabeza. Uno es el circuito. Los hoteles de Jerez casi no tienen habitaciones para esta semana que comienza mañana. La bendita culpa es de las escuderías de Fórmula Uno que vienen a entrenar al circuito de Jerez. Entre los equipos, los aficionados, los patrocinadores y las empresas que forman parte de una manera u otra (aseguradoras, medios de comunicación) del circo de la Fórmula Uno, entre todos han llenado los hoteles. El director de uno de los más importantes de nuestra ciudad me confesaba días atrás: «Ojalá fuese así todas las semanas». Pero el circuito sólo nos da dos o tres satisfacciones de este calado a lo largo del año, y, además, aunque yo defiendo su existencia, la mala gestión nos ha dejado un boquete tremendo en las arcas municipales. Y ahora el circuito, que fuera motivo de orgullo, está en concurso de acreedores. Y en cierta manera se ha convertido en una frontera inabarcable para esta ciudad. Y en vez de haber generado a su alrededor una industria del motor potente, se ha visto aislado por las pérdidas económicas y con su gran referente, el mundial de moticiclismo, a pique de un repique. Lo más parecido a la industria del motor que nos ha llegado en los últimos años ha sido el bluf de Zahav Motor, que hoy día no es más que una nave industrial vacía y cuyos promotores deben hasta de callarse. Otro ejemplo es el flamenco. Sé que me repito, pero es una lástima que sólo le saquemos todo su jugo al flamenco una vez al año, durante el venidero Festival de Jerez. Después, Jerez es un páramo, salvo honrosas excepciones. Hace poco ha llegado a mis manos el cartel de un concurso que próximamente va a convocar una de las pocas empresas que se mueven en Jerez en este campo, y que va a premiar con 6.000 euros al cantaor o cantaora que se alce con la victoria. Lo nunca visto. Mientras que no proliferen iniciativas como ésta, mientras no convirtamos al flamenco en una industria, respetando siempre su autentitcidad, pues seguirá siendo una frontera que no logramos romper, pese a lo mucho que lo nesitamos para generar riqueza y crecer. Así pués, es preferible que borremos ese tipo de barreras que lleva en su espalda Jerez. Y lo del nombre. Lo del nombre, a estas alturas de la película, a quién le importa.