Caritina y la báscula
«Si yo dijera que no estoy gorda tendrían que enviarme a la ONCE», bromea la primogénita de Carlos Goyanes
Actualizado: GuardarUna larga conversación con Caritina Goyanes resulta tan estimulante como una de esas comidas con buen vino en las que los comensales repiten, piden otra botellita y rematan con un suculento postre por todo lo alto. Sincera, castiza y llana, aunque con el distinguido retrogusto de la niña bien con abuela vizcondesa por parte de madre, Caritina, Cari para la familia y amigos, podría presumir si quisiera de haber levantado su propio negocio de catering partiendo de cero, después de haber terminado la carrera de Derecho y comprobado (como ya se temía) que lo suyo no era pasarse las horas en un despacho. Pero ella no es de condición vanidosa. Por eso lo de estar delgada nunca le ha obsesionado en exceso.
«Vale. Gorda estoy. Si yo dijera que no, tendrían que mandarme directamente a la ONCE», bromea la primogénita de Carlos Goyanes y Cari Lapique. «Eso sí, lo que yo peso no se lo digo ni a mi marido». A sus 34 años, Caritina vuelve a estar a dieta. Ha retomado la del famoso doctor Dukan, «la única que he sido capaz de seguir durante más de mes y medio». Y, por esas contradicciones de la vida, acaba de publicar un libro con sus platos favoritos titulado 'Las recetas de Caritina' (Espasa), donde aconseja sobre cómo recibir en casa a las amigas, a los jefes, a la suegra... Y aprovecha para esbozar un retrato familiar de los Goyanes, con una Cari Lapique hiperactiva y siempre pendiente de sus tres móviles, una hermana (Carla, ahora embarazada y residente en Miami) igualmente ocupadísima, y un padre, Carlos, que ejerce de superabuelo de su nieto Pedrito, el hijo de Caritina, de casi dos años. «Está deseando que llegue la hora de ir a buscarle al cole. Le recoge en moto, le lleva una chocolatina...».
La vida de esta treintañera de belleza rebosante, carnal y mediterránea discurrió siempre en torno a su afición a la comida y los viajes. «Comer es para mí una forma de vivir», advierte. «De niña, siempre iba detrás de Isi, la señora que nos cocinaba y a la que queríamos como una más de la familia. ¿Mi madre? Mi madre en la cocina no entra ni de medio lado. Pero hacía una deliciosa mousse de chocolate cuya receta he incluido en mi libro». La primera infancia la pasó Caritina viendo «hasta 150 veces las películas de Marisol y cantando sus canciones». Nada distinto a otras crías de su edad, salvo que Marisol era la exmujer de su padre. A los 14, empezó a viajar a Estados Unidos para completar sus estudios y allí, como diría un cubano, chocó con la proteína. O más bien, con la caloría. «Cada año cogía un par de kilos, hasta que veinte años después me puse con 40 de sobrepeso. He hecho unas 37.000 dietas distintas, he tomado pastillas... Mi problema es que el deporte es una palabra que a mí me produce alergia».
30 kilos menos
Así que hace un año se fue a París y visitó al 'gurú' Dukan. En ocho meses adelgazó 30 kilos. Pero llegó el verano y con él las ganas de entregarse a la buena mesa. «Comencé la fase de mantenimiento demasiado pronto, cuando aún me quedaban por bajar doce kilos. Ahora estoy como antes del verano. Pero he tenido que volver a la fase más dura, la de crucero». Con su madre, a la que adora, dice haber tenido «un tira y afloja continuo» a causa de su sobrepeso. «A ella y a mi hermana les importa más que a mí estar delgadas y se cuidan muchísimo. Si yo estuviera obsesionada con tener un tipazo lo tendría. Pero desconozco los complejos. Jamás he dejado de ponerme una minifalda o un escote. Y nunca he faltado a una cena porque de repente me haya probado la ropa y me haya visto fatal, como les ha ocurrido a amigas mías».
Casada con Antonio Matos, al que ella llama Matos, «y si le llamo Antonio es porque estamos teniendo una bronca», Caritina cuenta riendo que cuando conoció a su marido «sus amigos le llamaban Paquito Malhumores, porque tiene un pronto tremendo». Ella no le va a la zaga. «Tenemos muy buena relación, pero mucho carácter los dos. A mí además me da igual pegar cinco gritos haya quien haya delante. Y a él, tres cuartos de lo mismo. Nos incendiamos nos pille donde nos pille». Fruto de esa intensa relación es Pedrito, un niño «muy estimulado, que se las sabe todas». Él es el eje de la vida cotidiana de esta cocinera que nunca ha estado en El Bulli ni sueña con poner un restaurante, porque el catering es su pasión. Una abogada que, por amor al 'buffet', dejó el bufete.