EL OJOPATIO

MORET Y EL PÁJARO JAULA

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La verdad es que el cromatismo - en otro tiempo tan discutido- de las fachadas del Campo del Sur, vistas desde Santa María del Mar, se ha incorporado definitivamente al paisaje urbano de la ciudad, concediéndole ese glamour caribeño que tanto se identifica con la más genuina de nuestras manifestaciones culturales, el Carnaval. Hasta las torres del tendido eléctrico sobre la bahía han pasado de ser transgresoras representantes del desarrollismo industrial de los 60 a BIC, en reconocimiento a su singularidad constructiva y su pertenencia al llamado movimiento moderno. Hoy no solo nos regalan inéditos contraluces matutinos, sino que su silueta ha sido elegida por este medio como icono de los premios que anualmente concede y hasta existen propuestas para que -una vez dejen de cumplir su función primigenia- se les dote de un uso vinculado con la promoción turística de la ciudad.

Quién sabe sin con los años terminarán también formando parte de la diversidad urbanística y estética de nuestras calles la llamada plaza de Entrecatedrales, el barco mohoso de la Caleta o las farolas de Santa Bárbara. Veremos.

El tiempo todo lo asienta y hasta parece que lo que hoy nos acompaña estuvo ahí de toda la vida. Expresión, por otro lado, que mejor resume, a mi entender, la resistencia o el conservadurismo popular ante nuevos retos, iniciativas o propuestas. El no por sistema, a todo lo nuevo, por ajeno e inhabitual a nuestro cotidiano devenir, es justo lo contrario de lo que esta ciudad necesita para zarpar definitivamente allende los mares y superar la acomodada posición de nostálgica sirena varada y plácida señorita del mar. Levántese pues la veda a los creativos, a los artistas, a los emprendedores, a los soñadores. Que nadie los pare.

Todo ello no ha de suponer, por contra, obstáculo alguno para que esta ciudad, como reflejo de la actitud vital de sus habitantes, se comporte como un organismo dinámico en el que han de saberse conciliar armónicamente el legado de otras épocas, como vestigios de la ciudad que fue y las aportaciones vanguardistas representativas de una diferente concepción de la realidad. Es decir, que pueden y deben coexistir aquí el Pájaro jaula y la estatua de Moret, eso sí, sin mutilar y, por supuesto, bien ubicados.