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En clase

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Una de mis alumnas me pedía hace unos días que llevara a clase algunas frases que reflejaran pensamientos filosóficos profundos y reconfortantes. Me agradó su petición porque tanto a muchas personas conocidas como a mí mismo nos han interpelado con cierta frecuencia esos breves enunciados en forma de máximas, aforismos, proverbios orientales y occidentales, refranes populares y otros, que condensan una buena parte del legado de nuestra sabiduría humana.

En la mañana siguiente apunté en la pizarra algunos de ellos y desde entonces procuro llevar cada día al aula reflexiones de todo tipo que leo o escribo. Aquí expongo algunas: 'Lo sabe todo, absolutamente todo. Figúrense lo tonto que será' (M. de Unamuno); 'Nunca la naturaleza dice una cosa y la sabiduría otra' (Juvenal); 'El clavo que sobresale siempre recibe un martillazo' (proverbio chino); 'Si te falla tu barco te falla el mundo entero' (J. Conrad); 'El amor es como la Luna, cuando no crece mengua' (aforismo anónimo); 'Averigua el secreto del mar al meditar sobre una gota de rocío' (K. Gibran)...

Cuando les dejaba pensando, observaba a los chicos y chicas en clase y recordaba esas obvias recomendaciones pedagógicas de atención a la diversidad. Me sonreía: ¡pero si no hay grupos ni personas iguales...! Le seguimos llamando clase (grupo de personas con las mismas características) pero la diversidad es enorme; yo diría que asombrosa. Tenía ante mí a una treintena larga de jóvenes llenos de vida e inquietudes: unos reflexionaban, otros charlaban con sus compañeros, otros estaban en otra cosa, pero todos eran distintos; se asemejaban en su ropa de corte deportivo y en sus complementos (mochilas, carpetas, fundas y estuches para móviles y bolígrafos) pero cada mirada, cada gesto, cada forma de escuchar los mensajes eran diferentes.

En ese grupo de jóvenes había todo tipo de personas: más y menos responsables y trabajadoras, con distintos intereses, unas más motivadas y otras a verlas venir, con sus déficits de atención, tímidas y discutidoras, conformistas y rebeldes, ausentes y creativas, con sus historias familiares, con sus querencias y sus amistades, con sus aficiones y con su idealismo y romanticismo particulares.

La diversidad es enorme en todos los ámbitos de la vida natural y humana. Cada ser vivo, y cada persona, tenemos nuestros ritmos y nuestros momentos. Las formas de plantarnos en el mundo y ante él son tan diferentes como nuestras personalidades y nuestras coyunturas; nosotros y nuestras circunstancias, que diría Ortega.

Cada uno vivimos y aprendemos de manera distinta. No hay recetas, sólo miradas y oídos, y en esos momentos en los que uno siente que hay 'feelings', que estás emitiendo en buena onda, la clase se convierte en algo mágico, pero es difícil estimular en esta sociedad tan ajetreada. ¡Mucho ánimo para todos, educadores y educandos!