CONFESAR
Actualizado: GuardarAhora que vamos despacio -decía la canción-, vamos a contar mentiras tralará. O mejor, vamos a creérnoslas, que eso se nos da mejor. Chiquillo, no tires piedras -seguía-, que no es mío el melonar, tralará. Algo así han debido entonar las cofradías que han propuesto al Consejo que las casas de hermandad se abran al turismo. Tralará. Dicen que es una idea interesantísima porque beneficiaría mucho al turismo de cruceros, sobre todo si el capitán resulta ser primo de Schettino, y acaba siendo el auténtico Capitán Araña, que todo puede ser. Más vale que se encomienden al santo de su protección y le enciendan un par de velas a la Virgen del Carmen, será por eso.
Las casas de hermandad, por si usted no lo sabe, son esas alacenas que suelen tener las cofradías donde se acumulan todo tipo de cachivaches inservibles en espera de que algún alma tradicionalista las ponga en valor, que traducido resulta, que alguien les dé una manita de Sidol y las saque de paseo a la primera de cambio. Esos salones donde se exponen juegos de manos, estandartes, cajas de herramientas, ropajes imposibles, bolsas de plástico amontonadas, ya sabe, lo que usted ve cada año cuando va a renovar su papeleta de sitio, antes conocida como control de salida. Seguramente habrá alguna mente brillante detrás de todo esto. Uno de esos cerebros no fugados que piense que «el patrimonio» cofrade gaditano pueda interesar a los cruceristas noruegos, quién sabe, y que este interés pueda traducirse en una fuente de ingresos. Tralará. Se me ocurre una ruta la mar de golosa, pero no la diré, no vaya a ser que también se la presenten al Consejo y me tenga que ir de la ciudad como el del Costa Concordia. Qué vamos a esperar, si nos lo creemos todo. Pues que Dios nos coja confesados.