Vika Azarenka, una bielorrusa de 22 años que gana a golpe de chillidos, es la nueva musa del tenis femenino
Actualizado: GuardarEn la pasada final femenina del Abierto de Australia, la rusa María Sharapova y la bielorrusa Victoria Azarenka salieron a la pista dispuestas a dejarse los higadillos para ganar el primer torneo grande del año. A la altura del segundo juego, cuando Sharapova iba ganando 1-0, un espectador gritó: «¡Bajad el volumen!». En las gradas hubo risitas sofocadas, pero las interpeladas hicieron como si no hubieran oído nada. Siguieron a lo suyo: en cada golpe, Sharapova y Azarenka se desgañitaban, como si entregaran su último aliento con el raquetazo. El público, al principio divertido, empezó a irritarse y a gruñir cuando los chillidos de las tenistas se alargaban más de lo conveniente.
Los medidores de sonido indican que, cuando pega un buen golpe, Victoria Azarenka llega a alcanzar los 95 decibelios, una cifra considerada perjudicial para la salud (la OMS recomienda no pasar de 65) y que en España podría incluso acarrearle una multa. Sharapova, en sus buenos tiempos, chillaba aún más (105 decibelios), pero los grititos de Azarenka pueden minar la moral de cualquiera: son tan largos que a veces duran mientras la rival golpea la bola. «Qué le voy a hacer. Yo soy así», se excusa Victoria. Y explica: «Cuando era una cría, era muy flojucha y necesitaba gritar para sacar algo de fuerza extra. Desde entonces mantengo esa costumbre y no me la puedo quitar».
Victoria Azarenka acabó el partido casi sin voz, pero logró ganar la final del sábado (6-3, 6-0), con una exhibición de tenis ofensivo. El triunfo sobre María Sharapova no solo le reportó su primer Grand Slam, sino que la ha convertido en la nueva reina del tenis mundial. La bielorrusa hereda el trono que hasta ahora ocupaba su mejor amiga, la danesa Caroline Wozniacki. A falta de grandes figuras, con las hermanas Williams en el ocaso y la belga Clijsters renqueante, el tenis femenino parece haber encontrado una nueva musa: Victoria Azarenka, alias Vika, es una chica extrovertida y simpática, que todavía estudia en la Universidad y a la que, sobre todo, le gusta pasárselo bien.
Medidas de pasarela
La vida de Victoria Azarenka (Minsk, Bielorrusia, 1989) se resume en pocas líneas: a los siete años cogió su primera raqueta, a los ocho ganó su primer torneo y a los doce hizo las maletas para viajar con su familia a Scottsdale, Arizona. Sus padres, Fedor y Alla, descubrieron pronto que aquella chiquita alta, rubia y flacucha poseía un enorme talento para el tenis y decidieron jugársela. Hoy pueden decir que acertaron: su hija no solo es la número uno del mundo, sino que, además, parece feliz.
Aunque Victoria Azarenka es una celebridad en Bielorrusia y ha establecido su residencia en Montecarlo por motivos fiscales, toda su vida está en Arizona. Antes de convertirse en madre-de-tenista, la señora Alla era diseñadora de modas y su hija heredó su gusto por los vestidos. Le gusta ir de compras con su madre, especialmente en Nueva York, su ciudad favorita, y confiesa que no puede resistirse ante un buen par de zapatos. Tiene más de cien y muchos días, especialmente cuando debe acudir a alguna gala solemne, se pasa un buen rato decidiendo con qué vestir su pies. Le encantan los taconazos, aunque sabe que, por su altura (1,80) debe dosificarlos: «Cuando me los pongo, sé que voy a llamar la atención», avisa. Pero se los pone. Vika quizá no tenga los rasgos tan dulces como Maria Sharapova, el icono mediático del tenis femenino, pero posee unas medidas de modelo y unas piernas dóricas, que parecen no acabar nunca. Ya ha posado para revistas como 'FHM' y se lo pasa de miedo cuando le toca lucirse ante los fotógrafos. En la pasada edición de Roland Garros, Vika deslumbró con un modelito de color púrpura: la idea fue suya y los creativos de Nike, su patrocinador, ajustaron el diseño a sus deseos.
Emigrada desde muy joven a Arizona, sus gustos la emparentan más con una adolescente americana que con una mujer de la antigua Unión Soviética. Le encantan los vestidos Gucci y Dior, sus diseñadores favoritos, le pirran las chaquetas de cuero y no se pierde un capítulo de 'Gossip Girl', una serie que hace furor entre los jóvenes de Estados Unidos. Desde que está en el circuito femenino, toda su vida se resume en un vértigo de viajes, torneos, hoteles y ruedas de prensa. Lo asume con humor y con la ayuda de su novio, el tenista profesional Sergei Bubka (hijo del célebre pertiguista ucraniano), y de su mejor amiga, la danesa Wozniacki, con la que comparte confidencias, entrenamientos, discotecas e incluso vacaciones. Allá donde va, Azarenka nunca olvida comprarse un osito de peluche, por los que siente debilidad. Perezosa y un punto descuidada, Vika ni siquiera se preocupa de deshacer sus maletas cuando llega a un hotel: las deja tiradas por el suelo y va sacando de ellas lo que necesita. Antes de los partidos, en el vestuario, mientras otras compañeras rezan, se concentran en el infinito, hacen estiramientos o se quedan paralizadas, Vika coge sus cascos, elige un disco (le encanta Rihanna) y se pone a bailar. «Así caliento y me preparo para el partido», sonríe.
Victoria Azarenka ha llegado al circuito como un vendaval de oxígeno. Es una chica alegre, bailona y simpática, que disfruta jugando al tenis y que contagia su visión lúdica de la vida: «La persona que más me ha influido es mi abuela, una persona positiva, siempre sonriente», exclama. Fue ella la que le convenció para seguir con la raqueta en la mano cuando, en el año 2010, quiso retirarse por un tiempo para centrarse en sus estudios. Le hizo caso y el pasado sábado, sobre la pista dura de Melbourne, recogió su mayor éxito: el Open de Australia y el número uno del tenis femenino. Qué más da que, para conseguirlo, haya tenido que chillar tanto.