CAMPUS DEL MAR
Actualizado: GuardarCuando entramos en la universidad, pensamos que la libertad y la excelencia docente son dignas de elogio. Que sería un lugar donde el conocimiento, la rigurosidad y, sobre todo, el respeto irían de la mano cada día que allí pasásemos. Pero esto a veces no es así, y en determinados momentos, en cuanto miramos un poco más desde fuera nos damos cuenta de que la universidad se está convirtiendo en un chiringuito más. Durante la presentación del Campus de Excelencia del Mar en el Primer Congreso de Gestión Integral de Áreas Litorales que tuvo lugar la semana pasada en nuestra ciudad, la profesora encargada de hacer realidad el recibo de esa especie de sello de calidad en forma de muchos euros que le han dado a la universidad gaditana, se puso aún más de manifiesto este hecho. Continuamente citaba que su proyecto era la envidia de las demás universidades, expresando el claro carácter competitivo del acontecimiento. Una de las cosas de las que hablaba era del compromiso social de transmitir los conocimientos y las nuevas investigaciones universitarias al resto de la ciudad, más allá de las aulas, aunque sin citar el cómo. Desgraciada, o afortunadamente, me dio por preguntar en el debate cómo lo iban a hacer, y que si la comisión que se encarga de otorgar dicho sello establecía unos mínimos o un control para que esto se realizase. Cuál fue mi sorpresa que su discurso de respuesta se desvió desde el primer momento de tal forma que la tomó con los estudiantes; citando que no iban a clase, que no mostraban interés y que no acudían a un congreso como éste aunque se les hubiera cortado las clases para tal fin (recordemos que estamos en plena época de exámenes), provocando cierto resquemor en la sala (y abandonos), entre ellos el mío, puesto que no había contestado a la pregunta realizada. Quizás el problema de la falta de atención radica en el mismo error que cometió la señora: no escuchar. No me extraña que muchas veces se nos tilde de vagos, conformistas, borregos y parados, si nuestros docentes también pecan de ello... con los mismos programas que hace mil años, sin renovación, sin salir a que les dé un poco el aire y observar la realidad del momento. Hasta se atrevió a preguntarnos si sabíamos qué era una cañaílla... En fin.