![](/cadiz/prensa/noticias/201201/31/fotos/8682679.jpg)
Damasco se convierte en zona de guerra
Los civiles huyen de los combates que se libran en los barrios del este mientras las tropas leales a El-Asad blindan los accesos a la capital El Consejo de Seguridad de la ONU vota hoy la propuesta de paz de la Liga Árabe para Siria
DAMASCO. Actualizado: GuardarUna furgoneta repleta de ancianos, mujeres y niños cruza una de las calles de Arbin, distrito rural situado a diez kilómetros de Damasco. Los civiles huyen de los combates en los barrios del este que enfrentan a las fuerzas de seguridad con el Ejército Libre Sirio (ELS), el heterogéneo brazo armado de la oposición. Los accesos los controla el Ejército, que mantiene acordonada la zona, y se pueden ver tanques y vehículos blindados en los principales puestos de control, algunos a menos de quince minutos en coche del centro de la capital. Mientras los ministros de Asuntos Exteriores de Francia y Reino Unido se preparan para respaldar la resolución de la Liga Árabe en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas en las próximas horas, en las calles de la capital se empieza a sentir muy cerca el peso de una revuelta que hasta ahora solo habían seguido por televisión.
El hospital militar de Tishrin es el más cercano a la línea del frente y su director informa que en las últimas 24 horas han recibido 21 muertos y 46 heridos, «una situación horrible», lamenta. En las plantas más altas del centro se divisan las columnas de humo elevándose sobre el cielo grisáceo de la periferia de la capital. Al concluir la visita, el funcionario del Ministerio de Información se despide de los periodistas. Aquí concluye su trabajo por hoy. No hay más que alejarse unos kilómetros para entrar en zona opositora.
Las calles desiertas, el olor a goma quemada de las ruedas ardiendo en las barricadas y los grupos de ciudadanos en cada esquina mirando con desconfianza cada coche y echándose a correr cada vez que empiezan a silbar balas indican que uno ha cruzado la frontera invisible entre las dos sirias. «Los soldados y los tanques han salido de las calles, ahora nos vigilan desde afuera. En 48 horas hemos logrado echarles, pero si vuelven aquí nos encontrarán», asegura uno de los encapuchados que pide a los periodistas que le sigan por la zona para mostrar los efectos de la artillería en las casas del barrio.
Poco a poco una nube de ciudadanos rodea a los recién llegados, todos quieren hablar, contar su historia «para que se sepa la verdad», repiten mientras los mandos del ELS piden tranquilidad y que se disuelvan.
El estallido de la revuelta en la capital ha acelerado las vías diplomáticas. Rusia se ofrece como sede para un encuentro entre régimen y oposición, que los primeros aceptan, y los segundos, representados por el Consejo Nacional Sirio (CNS), rechazan de forma tajante. «No hemos recibido ninguna oferta de ese tipo oficialmente y creo que, si tal propuesta existe, no será más que un intento de influir al Consejo de Seguridad», declaró Abdel Baset Seda, miembro del comité ejecutivo del CNS, a la agencia Reuters.
«Escudos humanos»
La falta de diálogo a nivel político contrasta con el «pacto oficioso de no agresión» alcanzado entre mandos del Ejército y el ELS. «Ellos se retiran a cambio de que dejemos de llevar armas en las calles. Somos una fuerza de defensa, no de ataque, nuestro objetivo es defender a los civiles que quieren manifestarse. No podemos permitir que se siga disparando contra las manifestaciones», asegura uno de los encapuchados que denuncia las condiciones de vida en una zona con las comunicaciones cortadas, sin agua ni electricidad en los últimos cinco días. Acuerdos de este tipo también están vigentes en localidades como Zabadani, a 30 kilómetros de la capital, pero los opositores saben que son frágiles y en cualquier momento se pueden romper debido a la clara superioridad de las fuerzas del régimen.
En los rostros que no van tapados se advierte el terror en los ojos. Piden no ser fotografiados. Saben lo que ocurre en Homs, Hama e Idlib y admiten que Bashar el-Asad no está empleando toda la fuerza -ni militar, ni de inteligencia- de la que dispone para aplastar la revuelta. «Nuestra protección es Damasco, no pueden hacer aquí lo mismo que en las otras ciudades porque eso podría hacerse levantar a los habitantes de la capital que hasta ahora han vivido de espaldas a todo lo que sacudía al país», admite un activista de Arbin que está orgulloso de la resistencia ofrecida en los últimos días. Los militares usan este argumento de forma inversa: «Si no nos empleamos a fondo es porque hay civiles en las casas y ellos los usan como escudos humanos. Nuestra única orden es protegerles», afirma Mohamed Bilal, un soldado de 27 años y herido el domingo en el tobillo.
Hay que moverse rápido. De fondo se escuchan disparos y explosiones. «Son los 'grupos armados', ellos están en la primera línea en Arbin», indica el responsable del ELS, que antes de hablar y dejarse fotografiar se tapa hasta los ojos. Según activistas de la oposición consultados, se trataría de milicias islamistas «muy combativas, pero poco numerosas» que operarían de forma independiente al ELS. «Aquí han hecho lo que han querido con nosotros hasta ahora, pero eso ha terminado», sentencia el líder del Ejécito de la oposición detrás de su pañuelo palestino blanco y negro antes de pedir a la prensa que abandone la zona.