Matondo se hace un lío
Actualizado: GuardarRealmente el descortés fue el diplomático de Nigeria, que ni siquiera hizo amago de saludar a la princesa Letizia y no se sabe muy bien la razón. Pero el que ha salido en los informativos y en los 'zappings' de televisión es el del Congo. En su estreno en el cargo, a Óscar Matondo le tocó acudir a la recepción que La Zarzuela ofreció el martes al cuerpo diplomático. Al llegar al besamanos se hizo un soberano lío y retiró el saludo a la Princesa de Asturias, que respondió al plantón con una mueca de desconcierto. Suspenso en protocolo, pero con derecho a reválida, que tampoco ha sido tan grave.
El máximo representante de la República Democrática de Congo en España desde marzo de 2011 ya ha explicado que fue un malentendido. Ni se lo impide su cultura, ni quiso hacer un feo. Más bien pecó de exceso de precaución... «La princesa, en lugar de darme la mano, prefirió primero hablarme, pero yo no hablo español. Creí comprender que lo que me decía es que ella no daba la mano», se justificaba ayer Matondo. Luego vio que los demás se la estrechaban a doña Letizia y entonces quiso que se lo tragara la tierra. «Rápidamente entendí que las palabras que la princesa me dedicó eran una cortesía. Quedé frustrado». En previsión del 'linchamiento' público, envió un informe a su país con las explicaciones del patinazo y se apresuró a aclarar que en el Congo «las mujeres son nuestras compañeras, nuestras madres, esposas, hermanas... No tenemos problemas con la femineidad».
Sinceramente, no suena a excusa. «Ha sido un malentendido, no ha habido mala fe», le perdona Francisco Merino, director de la Escuela Internacional de Protocolo de Madrid. Descarta que este episodio vaya a desatar un conflicto diplomático y aplaude la respuesta de la princesa, mueca incluida. «Resolvió estupendamente bien la situación, sin hacer un mal gesto, simplemente no le dio importancia». Porque no la tiene, insiste.
Lo del diplomático congoleño fue «un error fruto de los nervios», precisó un portavoz de La Zarzuela. Para plantón, el que le dieron a doña Letizia en Perú en noviembre de 2010, cuando nadie acudió a recibirla al coche oficial mientras el príncipe Felipe pasaba revista a la guardia de honor junto al presidente Alan García. «Eso fue una metedura de pata muy grande», recuerda Merino. Más en un país que cuida tanto las formas. «En Latinoamérica son muy ceremoniosos. Algunos medios de comunicación pidieron la cabeza del responsable de protocolo porque para ellos fue un error garrafal». Una cosa así probablemente no habría ocurrido jamás en Reino Unido ni en el Vaticano, donde pueden presumir de tener «el mejor protocolo del mundo», considera Carlos Redondo, editor de la web protocolo.org.
No tocar a la reina
Vamos, que lo de la flema británica no es una manera de hablar. «Los ingleses tienen una tradición ceremonialista alucinante y la reina la lleva a rajatabla». Cuentan -aunque parece que no es más que una leyenda- que Isabel II se bebió el agüita con limón que ponen en los cócteles para limpiarse las manos, con el fin de no dejar en evidencia al mandatario que se la había tomado como si fuera un refresco.
Más veracidad parece que tiene esa supuesta manía de la reina de Inglaterra por evitar el contacto físico. «No le gusta que la toquen, así que la gente que va a saludarla está avisada de que 'la mano y punto'», corroboran en la Escuela de Protocolo de Madrid. Si esta advertencia se la hicieron a Michelle Obama, se le olvidó. No es que rozara a la reina, es que solo le faltó darle unas palmaditas en la espalda cuando acompañó a su marido de visita oficial a Reino Unido con motivo de la cumbre del G-20. Michelle abrazó familiarmente a Isabel II, que por una vez se relajó y correspondió al gesto pasándole el brazo por la cintura a la primera dama estadounidense.
Estas cosas gustan a la gente porque «acercan» a los dirigentes al pueblo, pero a Michelle tendría que haberle caído una reprimenda. «Igual lo hizo con todo el cariño del mundo, pero no, no puede hacerlo, porque no son amigas», advierte Francisco Merino. En todo caso, que tampoco nadie lo entienda como una ofensa. Es una cuestión de carácter -las salidas de tono de Berlusconi no, eso es desfachatez-. «Los estadounidenses son más espontáneos y naturales, pasan bastante de preferencias. Igual va un grupo de jefes de Estado allí y los ordenan alfabéticamente», explica Carlos Redondo.
Aquí el criterio es otro y se le da más importancia al cargo, a la veteranía... «El Rey de España tendrá preferencia respecto al de Marruecos porque accedió antes al cargo», pone como ejemplo Merino. Aunque luego se saludan con dos besos. «La familia real tiene una relación muy estrecha con la Monarquía de Marruecos y de Jordania». Entre ellos los besos no están fuera de lugar, pero lo estarían completamente en cualquier otra circunstancia.
«Un error garrafal sería que alguien plantara dos besos a doña Letizia, por ejemplo. Que a nadie se le ocurra, porque sería fatal», coinciden los especialistas. Tampoco están bien vistas las palmaditas en la espalda o retener la mano. Excesos de confianza inapropiados que algunos se pasan por el forro. Por descuido o, en el caso de Berlusconi, porque sí. El exprimer ministro italiano toqueteó insistentemente a don Juan Carlos en el acto de conmemoración de los 150 años de la unificación de Italia, que reunió en Roma el pasado mes de junio a cuarenta y dos jefes de Estado. El gesto no nos pasó desapercibido, pero en Italia, casi inmune a sus salidas de tono, fue solo una más. Una de tantas, ni siquiera la peor.
Ante la duda, el manual de protocolo recomienda no tocar. Otra cosa es que salga de ellos un gesto cercano. «Los reyes y los príncipes son los que tienen que indicar el saludo, y si hacen el ademán...». De la familia real española se puede esperar, pero en los países musulmanes y asiáticos se entiende por 'buenas maneras' otra cosa. «La etiqueta en los países islámicos prohíbe el contacto entre hombres y mujeres. El embajador iraní tampoco dio la mano a la princesa ni a la reina en la recepción en el Palacio Real y ninguna se ofendió. Son sus costumbres y eso es correcto».
«Se ve usted adorable»
Los musulmanes prefieren la inclinación de cabeza, y también ésta es la fórmula apropiada en las visitas oficiales a China y a Japón. «Los países mediterráneos tocamos más, pero en Asia es mejor el gesto de inclinarse, más cuanto más importante es la persona», aconseja Merino.
Habría que ver el tipo que tormenta que desataría un patinazo protocolario en aquellos países, porque aquí no suelen pasar de mera anécdota. Recuerda Carlos Redondo un resbalón sonado. Y sonoro, que al Rey le llamaron al móvil en medio de un acto oficial. «¡Anda que no tendrá gente detrás que le advierta de apagar el teléfono! Pero a los más cualificados es a los que más se les disculpa, cuando debiera ser al contrario. Como cuando Aznar se quitó la chaqueta y se quedó en mangas de camisa en un acto oficial. La gente ríe estas gracias porque son ellos, a otro le habrían puesto verde».
Y un poco de risa causó también el lapsus de Obama en una cena de estado en el palacio de Buckingham. La reina respondió con un rictus, pero dicen que habría sonreído de buena gana cuando vio que el presidente de EE UU se quedaba solo y con la copa en alto en el brindis. El 'chin chin' estaba previsto, pero cuando hubiera acabado de sonar el himno británico, no antes...
Y volvió Obama a pifiarla con el champán. Menos mal que esta vez jugaba en casa... Recibía en la Casa Blanca a la canciller alemana, Angela Merkel, a quien entregó la medalla presidencial de la libertad. Ya estaba ella con los agradecimientos cuando el presidente se percató de que se había olvidado brindar. Y prefirió quedar en evidencia con el olvido a correr el riesgo de ofender a su ilustre invitada. Y eso que ya se la había ganado en el recibimiento: «Se ve usted adorable esta noche». Pues ni esto, ni lo que hizo Óscar Matondo...