La afición a Pepe: «asesino, asesino»
La grada se mofa de Mourinho: «Mou quédate, nosotros te queremos»
BARCELONA. Actualizado: GuardarGuardiola, que es consciente de la autoridad moral que tiene entre el barcelonismo, había pedido en la previa respaldo incondicional, pero con respeto. Los antecedentes eran lo suficientemente sonrojantes como para reclamar algo de 'seny' a la hinchada. Y si Pep habla, la 'culerada' obedece: la arenga surtió efecto.
«Si vuelve a pasar lo de Figo, estaré más dolido que con una posible eliminación. Si ocurre (lo del cochinillo) es que no hemos aprendido la lección y por tanto no somos un equipo como tiene que ser». El reto era lo suficientemente importante para los suyos como para no responder a la llamada del gurú del barcelonismo moderno. Sin embargo, cuando Pep pronunció esas palabras no podía ni imaginar que su tocayo sería de la partida.
Una alineación del 3 blanco, que para el barcelonismo era tanto como una provocación, después de la escaqueada del juez único de competición, que anunció que no actuaría de oficio contra el brasileño-portugués. Por ello, el morbo estaba servido. Si ya es caliente un Barça-Madrid, con el picante del defensa blanco se convirtió en una olla a presión. El público azulgrana es de lo menos futbolero que hay (a veces parece que esté en el Liceo), pero con los merengues sale a relucir su lado más 'hooligan' y se convierten en una afición más que apasionada. Muchas veces, incluso, en extremo.
La salida de los blancos a calentar ya fue un aperitivo de lo que vendría luego. Y es que Pepe, tras el pisotón que le propinó a Messi, se ha convertido para el culé en la viva reencarnación de Judas, es decir, Figo, que la primera vez que regresó al Camp Nou tras fichar por el Madrid fue recibido con una vergonzosa lluvia de objetos (cabeza de cochinillo incluida). Hay que reconocer que el público fue en esta ocasión más cariñoso con Pepe. 'Solo' gran pitada. Ensordecedora, porque cada culé lo daba todo, más aún, se desgañitaba para anular al central. Con los minutos, los silbidos de tornaron en canciones. «¡Asesino!», le gritaron desde la grada, casi al unísono. En ocasiones, mucha gente se cortaba, pero cuando se tiraba, lanzaba una de sus entradas o sacaba de paseo su manita para deshacerse de rivales, el grito era un clamor. «Ese portugués, hijo p... es». No estaba claro quién era el destinatario de las lindezas: o el míster o el 7 blanco o Pepe. O los tres a la vez, que es lo más probable.
«Sal del banquillo»
Con el 2-0, la gente se relajó, empezó a disfrutar del partido y hasta se permitieron el lujo de sacar a relucir el humor catalán. Y ahora sí, y sin duda, el protagonista fue Mourinho, viejo conocido en Can Barça, pero blanco de la ira del respetable: «Mourinho, sal del banquillo, sal del banquillo», o «Nosotros te queremos, Mourinho quédate».
No hay nada más humillante que mofarse del histórico rival. Y a todo ello, Mourinho seguía en su banco. Impasible. No quería salir. Lo hizo solo un par de veces en la primera parte, y para protestar al árbitro. Nada más. Sabía que no era su noche. Era una noche azul y grana, que empezó calentita y con un gran mosaico de 'Som-hi Barça' (Vamos Barça) y acabó entre olés y olés del público, insultos de «tonto, tonto» a Sergio Ramos y el clásico que más gusta en el Camp Nou: «Boti, boti, boti, madridista a'l qui no boti».