Hace un año perseguidos, hoy diputados
Egipto inaugura el primer Parlamento de la era 'pos-Mubarak', de abrumadora mayoría islamista
EL CAIRO. Actualizado: GuardarHace apenas un año, muchos de ellos eran perseguidos por las fuerzas del régimen, detenidos a veces simplemente por su aspecto, o tras la temida patada en la puerta en medio de la noche. Pero ayer, seguidores de los Hermanos Musulmanes y de los grupos salafistas recibieron a sus flamantes diputados a las puertas del Parlamento egipcio con flores y gritos de «¡Allahu akbar!» (Dios es el más grande). Egipto inauguró ayer el primer parlamento de la era 'pos-Mubarak' y el primero que, en la larga historia del país, se elige en unos comicios libres e imperfectamente democráticos.
Los 508 diputados juraron ayer su escaño sobre una Constitución a la que le quedan apenas meses de vida, ya que de la nueva Cámara saldrá una asamblea que redacte una nueva Carta Magna. Y algunos lo hicieron, además, resaltando en esa primera intervención como representantes de los egipcios su particular concepto de la democracia. «Juro proteger fielmente la seguridad del país, el régimen republicano, cuidar de los intereses del pueblo y respetar la Constitución y la ley. siempre y cuando no viole la ley de Dios». El diputado Mamduh Ismail, del partido salafista 'Al-Asala' (autenticidad), añadía esta coletilla religiosa al juramento oficial y desataba la ira del presidente de la Cámara. Luego exigía una pausa en la sesión parlamentaria para rezar.
Varios diputados salafistas, seguidores de una corriente fundamentalista y ultraconservadora del islam, que se han hecho con cerca de la cuarta parte del hemiciclo, siguieron los pasos de Ismail, ante el revuelo de la Cámara. Los responsables decidieron silenciar el micrófono cuando los representantes alteraban la fórmula oficial, algunos, como Ziyad al-Eleimy -uno de los fundadores de la Coalición de Jóvenes de la Revolución y diputado por el secular Bloque Egipcio-, para jurar que «perseguirán los objetivos de la revolución en el Parlamento y se mantendrán fieles a la sangre de los mártires». Los diputados pertenecientes al partido Libertad y Justicia (PLJ), el brazo político de los Hermanos Musulmanes, que representan el 47% de los escaños y que han intentado construir una imagen de moderación y de sentido de Estado -alejada de los salafistas-, no alteraron el juramento oficial. Su candidato para presidir el Parlamento, Mohamed Saad el-Katatni, secretario general del PLJ, fue elegido ayer con 399 votos en la primera votación.
Machismo transversal
Menos del 2% de este Parlamento está representado por mujeres, un síntoma de la falta de igualdad de oportunidades en un país donde el machismo no entiende de clases sociales o tendencias políticas. Los partidos salafistas se convirtieron en objetivo de las iras feministas durante la campaña electoral al sustituir las fotos de sus candidatas -obligatorio por cuota- por imágenes de flores o de sus maridos. Pero la discriminación no es solo reducto de islamistas en Egipto. La mayor parte de los partidos seculares también relegaron a sus candidatas a los últimos puestos de las listas, donde es casi imposible ser elegidas. Solo 11 mujeres se sentaron ayer en los 508 escaños.
Katatny, en su primer discurso como presidente del Parlamento, recordó a los mártires y dio gracias al Ejército por cumplir su promesa de celebrar elecciones transparentes. Pero fuera, en las calles aledañas, cercadas aún por alambres de espino y protegidas por fuertes contingentes de policías antidisturbios, cientos de manifestantes pedían a los nuevos representantes que no se olviden de los objetivos de la revolución y que exijan a los militares que abandonen el poder de inmediato.
«Tenemos que recordarles que la revolución sigue viva y que no hay escapatoria segura para la junta militar», afirmaba ayer Mahin Nur, joven activista del movimiento 'Socialistas revolucionarios', uno de los muchos que piden que los responsables del Ejército sean juzgados por la violencia utilizada contra los manifestantes en los últimos meses.
Los familiares de los 'mártires' de la revolución recordaban también ayer a las puertas del Parlamento que este día no habría sido posible sin la sangre de sus hijos, esposos y hermanos fallecidos, a cuyas fotos se aferraban con ira y tristeza. «Aún no sabemos cómo va a ser esta nueva Cámara de Representantes, pero no queremos que se olviden de que aún no se ha hecho justicia», afirmaba Sanaa Said, a la que se le escapaba una lágrima al mostrar la imagen de su hijo Moaez, abatido en Tahrir el 28 de enero de 2011 con tan solo 20 años.