Editorial

Rajoy acelera

El Gobierno debe poner en marcha cuanto antes las reformas ante el agravamiento de las perspectivas económicas

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Mariano Rajoy y su equipo no se hicieron ilusiones durante la campaña sobre el ingente trabajo que les aguardaba al llegar a la Moncloa, pero no podían imaginar que la recaída de la economía europea en general y española en particular sería tan grave. No solo estamos decreciendo de nuevo, como Francia y Alemania, sino que el FMI nos augura que seguiremos en recesión durante dos años. Por añadidura, las agencias de calificación amenazan con nuevas degradaciones y el diferencial de nuestra deuda con respecto a la alemana se ha anclado por encima de los 350 puntos. No cabe la resignación ante estos datos, que habrá que combatir a toda costa. En el marco de la UE, buscando como sea estímulos a la economía como ya empiezan a propugnar Berlín y París, sin perjuicio de que se mantenga el objetivo de la estabilidad por encima de todo. Y en el campo de la política interna, acelerando las reformas estructurales que son, si cabe, más necesarias que nunca para incrementar la productividad, luchar contra la destrucción de empleo, facilitar la contratación a los empresarios y nutrir de liquidez al sistema económico, hoy exhausto y desbastecido de financiación. En definitiva, el Gobierno parece decidido a acelerar el plan de reformas. Y si el compromiso de realizar los anteproyectos de las leyes de reforma laboral y de estabilidad presupuestaria así como la reforma financiera había de materializarse durante el primer semestre, ahora Rajoy ha impuesto como límite el Consejo de ministros del 17 de febrero. El Ejecutivo se ha convencido de la inutilidad de seguir intentando el acuerdo social para la reforma laboral y parece decidido a adoptar reformas drásticas; la ley de Estabilidad Presupuestaria ha encontrado buena receptividad en las comunidades autónomas, y el Gobierno parece tener ya ideas claras sobre cómo plantear la reforma financiera. Naturalmente, los sacrificios que nos aguardan serían más suaves y llevaderos si el núcleo duro europeo relajara la exigencia de los procesos de convergencia, ampliando plazos y fortaleciendo las garantías solidarias. De cualquier modo, cualquier negociación en este sentido debe ir precedida por el cumplimiento estricto de nuestros compromisos y obligaciones.