LAS ELECCIONES ANDALUZAS
Actualizado: GuardarEl PSOE ha perdido consecutivamente las elecciones autonómicas catalanas de noviembre de 2010, las elecciones autonómicas y municipales del 22 de mayo de 2011 y las generales del 20N. Ha sido una decadencia estrepitosa, tan seria que ha reducido la potencia electoral del partido a niveles incluso inferiores a los que obtuvo en la etapa fundacional del régimen en los años setenta. Y, por añadidura, el fenómeno no ha sido solamente español: la socialdemocracia ha caído en picado desde el 2000 en toda la Unión, hasta el punto de haber perdido prácticamente todos los gobiernos comunitarios. Las razones de ello son profundas y requieren un análisis riguroso.
En este marco contextual, se celebrarán en marzo las elecciones autonómicas en Andalucía, única comunidad autónoma en que el PSOE gobierna actualmente en solitario. De Andalucía surgió en la Transición la renovación del PSOE, que no ha dejado en ningún momento de gobernar aquella tierra, que aunque ya no es el profundo y desnutrido sur de antaño, todavía tiene que luchar por su desarrollo para equipararse al resto del Estado: el desempleo andaluz supera actualmente el 30%.
Las encuestas, que fueron muy explícitas en las elecciones anteriores que perdió el PSOE, no son en este caso concluyentes. Y, en principio, cabría, parece, un gobierno PSOE-IU, si no se reproducen las hostilidades que han frustrado esta fórmula en Extremadura, y que no se pueden descartar, ni mucho menos, en la región meridional. En cualquier caso, lo que está en juego es mucho en este caso.
En efecto, las elecciones andaluzas son estratégicas para el Gobierno de Rajoy. No sólo porque su victoria quebraría la última resistencia atávica al avance del centro-derecha en una determinada región de España sino también porque serán la piedra de toque de la política gubernamental contra la crisis. Estrategia muy dura y de apariencia 'socialdemócrata' como dicen algunos adversarios internos de Rajoy en el propio PP, que muchos aceptarán como inexorable para salir del agujero de la crisis pero que otros rechazarán por onerosa. Es evidente que son las clases medias y medias altas, o sea la clientela del PP, las más perjudicadas por el ajuste dispuesto por el gobierno entrante del presidente Rajoy.
En cualquier caso, el balance que se obtenga del indicador electoral andaluz no será sólo nacional: la política gubernamental recibirá o no su convalidación andaluza también ante Bruselas y ante los mercados.
Una derrota de Rajoy a tan escasas fechas de su entronización pondría en guardia a quienes ya temen que nuestro país no sea capaz de recuperar por sí solo los equilibrios perdidos.
A favor del cambio en Andalucía están, además de la favorable inercia popular, el terrible desgaste de un PSOE que lleva más de treinta años gobernando, así como los escándalos acumulativos que han alcanzado el paroxismo con los EREs y las historias familiares del todavía presidente del PSOE, Manuel Chaves. En contra, también la inercia, en este caso socialista; el clientelismo paternalista ejercido con profusión por la Junta Andaluza; las ventajas que siempre proporciona el poder, incluido el control de Canal Sur.
La racionalidad política sugiere, en fin, que el ciclo de cambio culminará esta vez en Andalucía. Sin embargo, la incertidumbre se mantiene porque la grandeza de la democracia estriba en que sólo el electorado es dueño de su destino.