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Españoles en el mundo

Lo más triste de todo es que son precisamente los mejores los que se largan a escape

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Esperen un momento. Hay españoles muy distintos. No hay una manera de ser español, sino muchas. Hay un tópico, eso sí. Una especie de estereotipo del español que pretente describir nuestro carácter nacional en función de unos rasgos generales que nos retratan como acogedores, expresivos, emotivos, ruidosos, temperamentales, discutidores, celosos, envidiosos y juerguistas. En resumen, buena compañía para las fiestas pero no tanto para el trabajo. Todo muy opinable, por supuesto. Y luego están los últimos logros innegables, exitosos en los deportes: campeones en fútbol, baloncesto, tenis. Pero a la vez campeones en fracaso escolar, destrucción de empleo, accidentes laborales, consumo de psicofármacos y obesidad infantil. Y algo que suele obviarse, con baja autoestima. Sin embargo, cada vez que veo 'Españoles en el mundo' pienso que eso está cambiando en las últimas generaciones. La baja autoestima se debe muchas veces a una mera alteración perceptiva: no vemos los valores propios y sobrevaloramos los ajenos, ¿no es cierto? Lo malo es que de pronto sale el FMI y te suelta que el horizonte de mejora se nos aleja otros dos años. Y acto seguido abre la boca el listo de Standard & Poor's y se permite aconsejarnos que recortemos aún más el gasto en educación. Así que, como diría Forges: «Stupendo».

Lo positivo del programa 'Españoles en el mundo' es que la gente lo ve y pierde el miedo a largarse. Todos los que lo han hecho parecen estar encantados: se les ve felices y con confianza en sí mismos. Las pasadas navidades conocí a una chica de aquí que vive en Pekín. Tiene 28 años y lleva tres en China trabajando para una empresa vasca de turbinas eólicas. Le pregunté, ¿sabías algo de chino antes de ir allí? Y me contestó «no, ¿por?». Como queriendo decir «eso no me quitó el sueño en ningún momento». Le hice una segunda pregunta, «y ahora, ¿sabes chino?». Respuesta: «Pues claro». Como diciendo «si estás allí tres años, lo aprendes». Así pues, hay españoles que saben chino, amigos. Lo que pensé al escucharla es que no tenía ningún miedo. No lo pensé, lo vi. Luego nos contó que tampoco tiene prisa por volver. Mejor dicho, que espera no verse obligada a hacerlo. Comentó que preferiría irse a Sudamérica y a otros sitios antes de volver. Hace poco escribí una columna amarga diciendo que en este país no nos iba a quedar otro remedio que incluir Hostelería en el plan de estudios de la Enseñanza Obligatoria. Era un sarcasmo, claro. Ahora soy más optimista, opino que los jóvenes españoles pueden muy bien atreverse a estudiar lo que les dé la gana porque afortunadamente existen otros países en los que trabajar y llevar una vida digna y feliz. Hay muchas maneras de ser español, de acuerdo. Lo más triste de todo es que son precisamente los mejores los que se largan a escape.