LA JUSTICIA ES UN CACHONDEO
Actualizado: GuardarHace un par de días navegando por Twitter llamó mi atención que había mucha gente recurriendo a la frase que hiciese famosa hace un buen puñado de años el ex alcalde de Jerez, Pedro Pacheco. En aquella ocasión, el objeto de discusión y polémica era el no menos conocido chalet de Bertín Osborne. Ahora, sin embargo, los 'twitteros' que han desempolvado esta expresión, que tantas veces, por otro lado, podría ponerse sobre la mesa en nuestro país, lo han hecho en referencia a la sentencia del caso Marta del Castillo. De entre todas las reacciones que se han sucedido tras el fallo de los jueces, quizá sea la de un tío de la victima la que mejor resuma lo que ha pasado: «La Justicia ha dado un manual para cometer crímenes y salir impune». Se está haciendo tristemente habitual en España la injusticia de los tribunales. Sentencias que todos esperamos sean ejemplares y que, finalmente, no satisfacen a nadie salvo a los que se han sentado en el banquillo de los acusados. Ya estemos ante asesinatos, estafas, corrupción o robos, me da la sensación de que la Justicia no responde en estos momentos a su definición y espíritu más literal. En el caso de Marta del Castillo hemos asistido, además, a una cruel y retorcida vuelta de tuerca, ya que los autores materiales del crimen y sus compinches han conseguido exactamente lo que buscaban cuando hicieron desaparecer el cadáver de esta chica: amortiguar, diluir y relajar la acción de la Justicia. Es así de crudo, pero la principal lección que podemos sacar de esta vergonzante sentencia es que trae a cuenta hacer desaparecer un cadáver. A esta pandilla de indeseables, la jugada les ha salido redonda gracias a la colaboración de un sistema que en momentos como este nos ofrece su cara más podrida e inservible. El asesinato de una adolescente, el silencio cómplice de los implicados, la desaparición del cuerpo de la víctima, la posterior búsqueda por ríos, descampados y vertederos; el sufrimiento inacabable de una familia y cachondearse de las instituciones y de todas las personas de bien de este país, se compensa con una condena nimia para 'El Cuco' -que apunta su nombre a los que se han aprovechado vilmente de la Ley del Menor- y una pena de 20 años para Carcaño, que todos sabemos que no estará en la cárcel ni la mitad de tiempo. Ante este panorama capaz de revolvernos el estómago cabe pensar, por un lado, que el tribunal que ha juzgado este caso se ha pasado por el forro de sus vergüenzas los más elementales principios judiciales y éticos; o bien, que nuestro Código Penal está pidiendo a gritos una reforma que lo haga acorde a los tiempos que vivimos y las circunstancias de nuestra actual sociedad. Me inclino más por la segunda opción, aunque no por eso dejo de pensar que los que han dictado esta sentencia no han estado a la altura de las circunstancias. Parece, según le he oído a la vicepresidenta del Gobierno, que el Ejecutivo prepara cambios legislativos en relación a la responsabilidad de los menores, tal y como se ha solicitado infinidad de veces por parte de la sociedad. Veremos en que queda. Volviendo a este caso en particular, un buen amigo mío, abogado para más inri, sostiene la teoría de que la sentencia ha sido preparada con el objetivo de que Carcaño, viendo que se come él solito el marrón, cante hasta la última estrofa de esta asquerosa canción y lleve a los investigadores al lugar exacto donde se encuentran los restos de Marta. Y, por cierto, se echa mucho de menos que no haya habido una sola dimisión en la cúpula policial de Andalucía El caso de Marta de Castillo unido al de los dos niños de Córdoba serían más que suficiente en un país serio para que más de uno hubiese entregado la placa para dedicarse a otra cosa. Con lo que al final la conclusión es que no sólo la Justicia ha sido un cachondeo sino también la investigación policial. Aquí, no se salva nadie. Bueno, mejor dicho, aquí solo se van a salvar al final los que todos pensamos que tendrían que estar entre rejas hasta que se les cayese el pelo y los dientes. Qué quieren que les diga, pero así nos va.