Sociedad

Julio Cortázar mutiló a Robinson Crusoe

Enrique de Hériz recupera las aventuras escritas por Defoe hace tres siglos y borra mitos como el carácter antiespañol del autor Los libros del náufrago más famoso se publican en español por primera vez traducidos del original

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Aunque parezca mentira, Robinson Crusoe, publicada por primera vez en 1719 y considerada como la primera gran novela británica, no contaba hasta ahora con una edición completa en castellano. Las traducciones disponibles, incluida la que hizo Julio Cortázar en los años 40, estaban mutiladas o no incluían el segundo volumen, mientras que el tercero estaba inédito en español.

Enrique de Hériz acaba de publicar en la editorial Edhasa los dos primeros volúmenes y próximamente hará lo propio con el tercero, en lo que puede considerarse la primera versión íntegra de la obra cumbre de Daniel Defoe en castellano. «¿Puede afirmarse que jamás ha habido una traducción al español, íntegra, completa y actualizada? Al parecer, sí. Y si alguna vez la hubo, hace tanto tiempo que no queda ni rastro de ella», afirma De Hériz.

La razón estriba en el hecho de que poco después de su publicación, aparecieron diversas versiones abreviadas y simplificadas de la novela, que tradicionalmente se tomaron como punto de partida para las traducciones, incluso cuando tal tarea corrió a cargo de alguien tan prestigioso como Julio Cortázar, que publicó una versión a la que le faltaba el 30% del texto original. En el caso del escritor argentino, a quien De Hériz no pretende enmendarle la plana, el traductor y novelista español cree que suprimió párrafos enteros de la novela también por cuestiones ideológicas. «Eliminó muchas de las reflexiones morales y religiosas que hay en la novela», afirma. Y además, dividió el libro en capítulos, cada uno de ellos con su título, cuando la versión original era toda seguida.

Según el autor, al volver a la versión original se aprecia que hay más que la célebre novela de aventuras. Buena parte de lo que solía eliminarse eran las reflexiones y la exposición de ideas que dieron pie a interesantes interpretaciones de intelectuales como Joyce, Marx, Poe o Coetzee.

El argumento ya es conocido. Después de ser apresado y convertido en esclavo en África, como consecuencia de un naufragio, Robinson Crusoe llega a una isla deshabitada cerca de la desembocadura del río Orinoco y se enfrenta al reto de crear un nuevo modo de vida. Con el tiempo, y tras ver desembarcar en la isla a varios grupos de caníbales, libera al que iba a ser una de las víctimas, Viernes (hay versiones en español en las que aparecía como Domingo), y encuentra así compañía. Entre los dos, además de ampliar las plantaciones de la isla, consiguen liberar a algunas otras víctimas, entre ellas a varios españoles.

Falsos tópicos

Tomando como punto de partida las experiencias reales del marinero español Pedro Serrano (siglo XVI) y la del escocés Alexander Selkirk (siglo XVIII), Daniel Defoe creó una ambiciosa obra que no es sólo una apasionante novela de aventuras, sino también una obra que se plantea con agudeza cuestiones de carácter social, político y filosófico. «La versión íntegra permite ver la profundidad moral de la obra. Por primera vez podemos comprobar por qué ha tenido la relevancia histórica que se le ha dado en el mundo anglosajón», concluye.

Hay tópicos sobre la novela, que pueden desaparecer al leer la versión íntegra. Por ejemplo. Cuando uno piensa en la historia que relata, le vienen a la mente dos imágenes: una isla y una palmera. De Hériz asegura que en la versión original no aparece ningún árbol. La otra verdad absoluta nos hacía creer que Defoe era un antiespañol radical, creencia que parece sensata cuando habla de «la conducta de los españoles en todas las barbaridades que practicaron en América».

Sin embargo, De Hériz recupera textos que tiran por tierra ese antiespañolismo de Defoe. «En justicia con estos españoles, debo observar, que por mucho que se cuente de la crueldad de España en México y Perú, yo nunca he conocido a 17 hombres de ninguna nacionalidad, viviendo en país ajeno, tan universalmente recatados, mesurados, virtuosos, afables y corteses como esos españoles», dice Robinson en la página 104 del segundo volumen.