Sobre el islote de Sancti Petri, el templo de Melqart
CATEDRÁTICO DE PREHISTORIA Actualizado: GuardarComenta Estrabón (III,5,5) que los gaditanos recordaban, acerca del origen de su ciudad, que un oráculo ordenó a los fenicios de Tiro fundar un establecimiento en las Columnas de Heracles y que, tras dos intentos fallidos, primero en la ciudad de los exitanos o sexitanos -posiblemente Sexi en Almuñécar- y posteriormente en Onoba -Huelva-, donde los sacrificios efectuados a los dioses no fueron favorables, fundaron, en un tercer intento, Gadir, construyendo el santuario en la parte oriental de la isla y la ciudad en la occidental. Lo que ocurrió, según Veleyo Patérculo, unos ochenta años después de la caída de Troya, es decir, en torno al año 1100 a.C. Sabemos que la ciudad mencionada se extendió por la Torre de Tavira y su entorno, cercana al canal Bahía-Caleta, y el templo sobre el islote emergente de Sancti Petri y otros sumergidos. Ciudad y templo distaban entre sí doce millas romanas, en torno a 18 Km, y se comunicaban mediante una estrecha avenida rocosa, desaparecida en gran parte bajo el mar.
Las fundaciones tirias en el Mediterráneo aparecen vinculadas a un templo dedicado a Melqart, deidad protectora de la ciudad de Tiro, como es el caso de muchas fundaciones fenicias en este mar. Su existencia en las colonias garantizaba la intervención de la monarquía en las actividades comerciales, a la vez que asociaba el origen de estas fundaciones a la ciudad de Tiro y a su monarca, y al colono a su ciudad de origen. De aquí se desprende el interés de los colonos en legitimar la fundación, y la presencia del dios la convertía en una prolongación del reino de Tiro. Garantizaba, además, el templo, el derecho de asilo y de hospitalidad, a avalar los contratos en las transacciones comerciales y a la protección de los comerciantes en el lugar de intercambio. La presencia del dios suponía un veto para todo intento de fraude y violencia, y bajo su protección estaban la calidad de las mercancías, las equivalencias o justiprecio en los intercambios y los pesos. Y su nombre se invocaba en los juramentos que sancionaban los contratos. Pero su función no es sólo comercial. El templo garantizaba la conservación plena de los valores culturales y religiosos fenicios en las colonias allende de Tiro, lo que supuso además un control social a través de la religión y los ritos.
Melqart era una antigua deidad agrícola, del campo y de la vegetación, un dios sufriente que muere y resucita y que más tarde adquirió su carácter de dios marino, de la navegación y de los navegantes, del comercio y de los comerciantes. Como consecuencia de su asimilación al Heracles griego, adquirió su matiz de dios solar. Y en Tiro fue la divinidad principal, protectora de la ciudad, símbolo de la institución monárquica y fundador de colonias, a medida que se fueron ampliando los horizontes comerciales fenicios por el Mediterráneo.
Pero ¿cómo era el templo?. Ignoramos la estructura de su planta, pues no se han hallado hasta ahora vestigios arqueológicos que nos permitan vislumbrarla. Debió ofrecer seguramente las características fenicias y, como escribió Arriano, «revelan igual origen fenicio tanto la arquitectura del templo como los ritos sacrificiales». Si esto es así, el edificio antiguo, de pequeño tamaño, consistiría en un patio abierto, donde se celebraban los rituales, y un sancta sanctorum al fondo, como el templo de Salomón descrito en la Biblia y construido por el rey fenicio Hiram I, quedando embutido más tarde en las estructuras de los templos griegos y romanos, que es lo que se conoce a través de las monedas. En el siglo VI a.C., sus puertas de bronce se adornaron con escenas de los trabajos de Heracles, según la descripción de Silio Itálico.
En su interior, nos informa este autor, «no hay imagen alguna ni estatua de los dioses que llenen con su divina majestad el sacro lugar infundiendo en él respeto santo». La carencia de imágenes es lo normal en los templos semitas. Y lo mismo nos informa Filostrato: «no había imagen ni del Heracles egipcio ni del tebano». Lo que se debe a la aversión semita por las imágenes de culto y que posiblemente el templo fue la propia tumba de Hércules, como señaló Arriano para el templo de Melqart en Tiro, en cuyo interior se hallaba sólo la tumba del dios.
Señalemos que Porfirio se refiere a dos columnas que se encontraban junto al altar de Hércules, en el exterior, de unos tres metros de altura y fabricadas de electro, una aleación de oro y plata. Y Filostrato menciona la existencia de dos altares de bronce y un tercero de piedra, siempre enfogados, en honor de Hércules tebano, que ostentaba esculpidos los doce trabajos del dios. Además, sabemos por Estrabón que en el recinto templario manaban dos fuentes de agua dulce, en una de las cuales, por lo menos, había que descender unos escalones para recoger agua. A comienzos del siglo XVII existían estos pozos. Recordemos, por último, que Filostrato habla de la existencia de un olivo de oro que daba como frutos esmeraldas, que debe relacionarse con el culto que en Tiro se rendía al Hércules fenicio.
No hay dudas de que este templo, tan afamado en la antigüedad, se hallaba en el islote de Sancti Petri y en su entorno, como demuestran los numerosos restos arqueológicos recogidos en los fondos marinos en este ámbito desde el siglo XVI hasta la actualidad. De su arquitectura no queda nada. Hay que imaginarla, con estos datos, sobre el suelo del islote de Sancti Petri y sobre el fondo marino. Pero esta roca es el símbolo del templo más importante de Occidente de la antigüedad. No lo olvidemos.