Jerez

Una barrera que se desvanece

Los vecinos contemplan con satisfacción el desmantelamiento tras años de quejas El desmontaje del puente de San José Obrero comenzó la madrugada del miércoles

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Cuando ayer salió el sol, el paisaje desde Palos Blancos y desde la barriada de San José Obrero era muy diferente para los vecinos. Hace ya unas semanas que el polémico puente que une los dos barrios se había cerrado definitivamente al tráfico pero su perfil seguía dividiendo físicamente a una de las zonas que mayor expansión demográfica ha vivido en los últimos años en Jerez. Con la luz del día se hizo visible el trabajo que los operarios habían realizado de madrugada: el desmontaje del primer bloque de la estructura.

A lo largo de esta semana continuará el desmantelamiento del puente aunque aún queda un tiempo para ver el proyecto terminado por completo. Hay que recordar que los planes del Ministerio de Fomento para esta zona contemplan la elevación de la vía de Alta Velocidad y el paso de los vehículos a ras de suelo, es decir, justo al contrario de lo que había hasta ahora y que tantos problemas ha causado. Este proyecto integrará a los más de 13.000 jerezanos que viven actualmente en los alrededores.

La satisfacción es evidente entre los vecinos, que incluso van a celebrar la desaparición del polémico paso elevado a finales de este mes con una paellada popular en el parque Atocha. Y no es para menos teniendo en cuenta que los habitantes de las inmediaciones llevan dos años soportando las obras de adaptación de la llegada de la Alta Velocidad y la consiguiente reurbanización de la zona. La apertura del paso inferior de Palos Blancos el pasado diciembre fue el primero de los objetivos cumplidos y la desaparición del puente de San José Obrero, el segundo.

«Tirar el puente es lo mejor que podían hacer», asegura José Antonio Morales desde el bar El Nuevo Granaíno, en la barriada San José Obrero, mientras los niños del colegio de enfrente disfrutaban de su rato de recreo. «Llevamos muchos años de quejas por el puente. Es una barrera que dividía la zona de Hipercor con la barriada», aseguró.

El establecimiento, con una existencia de más de 40 años, ha sido testigo de primera fila de muchos de los peligros del paso elevado. «Ha habido atropellos y hace poco lo tuvieron que cerrar tras una tromba de agua», recordó Morales. Además del mal estado del firme -con cada tormenta aparecían nuevos baches- la estrechez de los carriles y la ausencia de una pasarela peatonal incrementaba notablemente los riesgos para conductores y viandantes.

Ahora mismo, con el puente cerrado y en plenas obras, «sale perjudicado el negocio porque no pasan coches» pero a la larga, cuando todo el proyecto se haya completado, «nos va a venir bien», dice convencido Morales desde la barra del bar.

Un gran cambio

La transformación en la zona norte de Jerez va a ser radical, equiparable a la que vivió la actual avenida de Europa con la elevación del ferrocarril con motivo de la celebración de los Juegos Ecuestres Mundiales de 2002. Los dos proyectos se asemejan mucho ya que en aquella ocasión también se derribó un puente (donde ahora se ubica la rotonda de los caballos de colores), se elevó la vía y se construyeron nuevos viales, igual que ahora entre Palos Blancos y San José Obrero.

«Llevamos tres años esperando a que se derribe de una vez», dice José Antonio Tejero desde la peluquería Two Events, en San José Obrero, justo al lado del fatídico puente. «Era muy peligroso porque la gente andaba por ahí», a lo que hay que sumarle las malas condiciones del asfalto, asegura. «La zona va a cambiar mucho en unos años», insiste. La apertura del paso inferior entre las avenidas Voltaire y Caballero Bonald «le viene muy bien a La Granja, aunque a la gente le da igual coger por un sitio o por otro», dice.

Al otro lado del puente, en Palos Blancos, los vecinos también celebran hoy los trabajos de desmantelamiento pero cuando de verdad respiraron aliviados fue con el paso inferior. Tras 22 meses de obras y con los comercios al borde del abismo, el barrio necesitaba como agua de mayo la puesta en servicio del nuevo vial para empezar a remontar. Después de varios retrasos en la fecha de inauguración, finalmente los primeros coches estrenaron la calle en el mes de diciembre. «Los clientes y vecinos siempre se estaban quejando de las obras y las ventas bajaron a menos de la mitad», aseguró Silvia Martín, desde el mostrador de la tienda Eme y Eme Complementos. A ningún comerciante se le olvida el calvario vivido aunque ahora se asoman a las puertas de sus establecimientos y ven el flamante paso inferior y su constante ir y venir de vehículos. Eso sí, tras las molestias de las obras, han llegado otras: «No pasa ni un barrendero por aquí y cada uno tiene que barrer la puerta de su tienda», asegura.

«El derribo del puente es el segundo paso de la obra», corrobora Mercedes Sampalo desde Soft Centro de Fotodepilación, en El Jardín del Inglés. «Ya habían dicho que iban a tirarlo y que habilitarían una bolsa de aparcamiento», añade. Hay que recordar que el paso inferior ha eliminado una zona de estacionamiento en un barrio en el que es difícil aparcar a ciertas horas por la cantidad de viviendas y de establecimientos. Como otros comerciantes de la zona, el principal motivo de satisfacción de Sampalo es el paso inferior. «No sé cómo hemos subsistido sin él hasta ahora. Nos dijeron que su construcción iba a durar un año y han tardado casi dos», recuerda.

Aunque la adaptación es lenta, los comercios «ya notamos más movimiento. Esto estaba abandonado totalmente y nadie nos informaba de forma oficial. Nos enterábamos de las noticias por los periódicos y por los obreros», añade.

Un puente con 30 años

La desaparición del puente de San José Obrero o su reestructuración con una pasarela peatonal es una reivindicación histórica de los vecinos que se hizo más palpable con la urbanización de los alrededores de Hipercor en los últimos años. De hecho, el puente ni siquiera es demasiado viejo ya que tiene poco más de tres décadas. Son sus pésimas condiciones las que han motivado las quejas de un lado y de otro.

Si los trabajos de desmontaje continúan a buen ritmo, en unos días no quedará ni rastro de la estructura y los vecinos de San José Obrero y Palos Blancos podrán olvidar lo que era jugarse la vida para cruzar la vía.