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Los valientes también se equivocan
Una cantada de Bocardo hace perder dos puntos vitales ante el Marinaleda, en un duelo que se torció con la lesión de Rodiel La revolución de Iriondo no surte efecto y el San Fernando sigue sin carburar
SAN FERNANDO. Actualizado: GuardarEl San Fernando sigue sin carburar. Ni siquiera se cumplió el dicho aquel que apunta que 'a entrenador nuevo, victoria segura'. No es que Antonio Iriondo sea un inédito en el banquillo de los isleños, pero al menos se esperaba que su regreso diera otro aire al equipo.
Ni por esas, pese a que el vasco demostró una vez más que es un entrenador valiente y revolucionó por completo el once titular respecto al que había venido actuando cuando Juan Carlos Menudo estaba en el cargo.
Se atrevió a darle el banquillazo que merecía David Zamora, que llevaba ya meses acumulando errores y necesitaba una llamada de atención. Bocardo, pese a que ayer estuvo demasiado nervioso y cometió dos errores clamorosos, uno de los cuales costó el empate, no ha vuelto a San Fernando a poner la mano y ayer demostró con algunas paradas de mérito que sus 37 años no le quitan las ganas de jugar. Al César lo que es del César.
Tampoco dudó Iriondo en alinear a Raúl López. El jerezano cumplió el expediente y disputó el partido completo. Incluso llegó a arrancar algún aplauso a la grada.
Formó defensa de tres con Bajic y Sambruno, lo que envió a Germán al banquillo y a Raúl Silveira a la grada. Decisiones que provocaron el 'run run' entre los aficionados antes del pitido inicial.
En esto del fútbol, hay opiniones para todos los gustos. Iriondo buscaba afinar la tecla que hace que el piano no suene. Quizás todavía no haya dado con ella, pero la cosa pareció estar caliente, caliente.
Lo que pasa es que la situación comenzó a torcerse desde el principio. No se había cumplido el primer cuarto de hora cuando Rodiel tenía que marcharse por una lesión que pintaba muy mal. Sin su director de orquesta, el escenario cambiaba por completo para Iriondo, obligado a recuperar la defensa de cuatro al meter a Germán. Carlitos todavía no estaba para marcarse casi 80 minutos.
Ni siquiera era justo dramatizar en esas circunstancias, puesto que pese a todo, el balón circulaba por dentro (Iriondo renunció a los carriles para buscar el juego asociativo) y llegaba arriba con claridad. Pero las cabezas no estaban frescas en la delantera. Pedro Carrión y Ñoño tuvieron unas cuantas para haber solventado la papeleta a las primeras de cambio, pero su puntería no estaba afinada.
También pudo dar el susto Vázquez en los primeros compases, pero el delantero no encontró la portería. Y entre idas y venidas se escurrió la primera parte.
Faltó intensidad y finalización
El segundo acto comenzó con otros bríos, porque nada más pitar el árbitro, Raúl López habilitó a Pedro Carrión pero su disparó lo saco, palomita incluida, Molero. Bocardo, su colega de demarcación, tampoco estuvo tan tranquilo. Pero eran los isleños los que más proponían y buscaban el gol. Hasta que llegó, cómo no, de la cabeza de Carrión, que peinó con el flequillo un centro de Beato.
Una de las claves del partido llegó en el 65'. Ñoño se plantó ante Molero, se fue al suelo en lo que a todas luces pareció penalti y el árbitro entendió que el isleño lo estaba engañando. Y del 2 a 0 que pudo haber significado la sentencia se pasó, pocos minutos después, al del empate anotado por Bubu, que aprovechó un rechace de Bocardo tras disparo de Ávalo fácil de atrapar a todas luces. Pidió disculpas el cancerbero por su error, pero más bien ayer debió hacerlo todo el equipo. Porque, hasta con eso, los isleños tuvieron varias ocasiones para haber vuelto a adelantarse. La más clara, en el descuento, estuvo en las botas de Ñoño, que a un palmo de la línea de meta y con el portero prácticamente vencido hizo lo más difícil: echarla fuera. El piano sigue desafinado. A Iriondo le queda mucho trabajo aún por delante.