La más corta y la más larga
El sultanato de Zanzíbar y el reino de Gran Bretaña estuvieron en guerra 45 minutos, en contraposición, Holanda luchó contra las islas Sorlingas durante 335 años
Actualizado: GuardarHace ya algún tiempo publiqué un artículo sobre el reinado más breve de la historia de España, protagonizado por Luis I y que duró once meses. Pero hubo otro reinado mucho más breve como el de Luis Felipe de Portugal, herido en el mismo atentado en el que perdió la vida su padre. Perdió la vida veinte minutos después que su progenitor y fue precisamente en ese corto periodo de tiempo en que ocupó su reinado, aunque, por supuesto, ni siquiera se enteró.
Buscando curiosidades así, me tropecé con un acontecimiento que ha pasado a la historia por ser la guerra más corta de cuantas se han celebrado. Ocurrió entre Gran Bretaña y el Sultanato de Zanzíbar y duró 45 minutos. Zanzíbar es un territorio compuesto por dos islas, Zanzíbar y Pemga, situadas frente a las costas de Tanzania, de la que en la actualidad forman parte, y que fue colonia portuguesa y más tarde británica, hasta que en 1964 alcanzó la independencia.
Aquella guerra ocurrió el 27 de agosto de 1896 y duró desde las 09.00 horas hasta las 09.45 horas de esa misma mañana.
Dos días antes, había fallecido el sultán de Zanzíbar, Hamad Thuwaini, hombre muy proclive a la presencia británica y dispuesto a la colaboración. Tras su muerte, y mediante un golpe de estado que podríamos llamar 'de bolsillo', un primo del sultán, Khalid Barghash, tomó el poder enfrentándose a los británicos, partidarios de que la línea sucesoria se respetase y que el trono le correspondiera a Hamud Muhammad, persona con la que tenían muy buena relación y que estaba muy dispuesto a continuar en la línea de colaboración.
Los ingleses, que en esta materia, y muchas otras similares, no se han andado nunca con bromas, ordenaron a Barghash que abdicara de inmediato. Pero éste rehusó y comenzó a formar un ejército a la vez que armaba el yate HHS Glasgow, perteneciente a su primo fallecido, anclado en el puerto de Ciudad de Piedra, el más importante de la isla.
Los ingleses mandaron tres cruceros y dos cargueros y desembarcaron dos batallones con 900 hombres en total, al mando del general Lloyd Mathews. Con el ejército y la armada desplegados, dieron un ultimátum al sultán golpista que expiraba a las 09.00 horas de aquel día.
Aunque Barghash trató de usar la influencia del representante de los Estados Unidos en aquel territorio, no consiguió demorar el ataque y a las hora señalada los británicos abrieron fuego, principalmente sobre el palacio real que quedó gravemente dañado. El impostor salió por la puerta trasera y se refugió en el consulado alemán, donde le concedieron asilo.
De inmediato la acción naval se dirigió contra el yate Glasgow que recibió varios obuses y terminó hundiéndose.
Colocado en el trono el sultán Muhammad, los británicos, que tras 45 minutos de guerra solo tuvieron un herido de escasa consideración, se aseguraron 70 años más de presencia en aquellas islas.
Esta 'guerra relámpago' me trae a la memoria el incidente que tuvimos con Marruecos por la ocupación del islote de Perejil. Aquella operación de desalojo, que se llamo 'Romeo-Sierra', duró también pocos minutos y terminó con la detención de los infantes de marina marroquíes que habían sustituido a los gendarmes que fueron los primeros en ocupar el islote. No hubo que disparar ni un solo tiro, pero también fue un acto de guerra en el que se enfrentaron dos cuerpos de ejército de dos países beligerantes.
Afortunadamente, aquello acabó bien y no hemos vuelto a hablar de la Isla de Perejil que, salvo los habitantes de Ceuta, el resto de los españoles desconocían.
Y cuando había sacado información sobre la guerra más corta, me pregunté cual habría sido la más larga y empecé a buscar documentación.
Según los tratados de historia, la confrontación más extensa en el tiempo tuvo lugar entre lo que entonces se denominaba Provincias Unidas de los Países Bajos y las Islas Sorlingas.
Esta guerra duró 335 años y está registrada en los anales de la historia por ser la más larga y, sobre todo, la más aburrida de cuantas contiendas hayan ocurrido. Se inició en 1651 y se firmó la paz en 1986. En más de tres siglos de guerra, ninguno de los contendientes disparó un solo tiro.
Como en la de Zanzíbar, o en el esperpento de Perejil, en esta ocasión fueron también unas islas, las cuales están situadas a unas 25 millas al suroeste de Gran Bretaña, frente a la costa de Cornualles, a cuyo condado pertenecen en la actualidad y es lo que se conoce como Mar Celta. Su característica principal es la de que, a pesar de estar en un mar bastante frío, recibe de lleno la corriente del Golfo de México, lo que hace que su clima sea muy bonancible y en la actualidad estén enfocadas al turismo, casi exclusivamente. El archipiélago lo componen cinco islas y numerosos islotes rocosos y deshabitados.
Este archipiélago configura la punta más occidental de las Islas Británicas y, en sus bajos rocosos, vinieron a estrellarse la noche del 22 de octubre de 1707, los cinco barcos que formaban la escuadra del almirante inglés Clowdisley Shovell, perdiendo 4 de ellos y 2.000 hombres y pereciendo en el naufragio el propio almirante. Es ese quizás el incidente más famoso de cuantos hayan podido ocurrir en aquellas islas, cuyos habitantes estuvieron más de tres siglos en guerra, sin saberlo.
Hay que remontarse a los tiempos de Oliver Cromwell y a la guerra que se disputó entre los partidarios del rey y los del parlamento, que culminó el 30 de enero de 1646 con la cabeza del rey Carlos I rodando por el suelo del patíbulo. Como consecuencia del regicidio se instauró una república, cuyo parlamento llegó a ofrecer a Cromwell la corona británica. Toda Gran Bretaña estaba controlada por las fuerzas parlamentarias, pero las Islas Sorlingas permanecían leales a Carlos II, hijo del rey ajusticiado y heredero de la corona, y al que también obedecían las fuerzas de la Marina Real.
Cromwell buscó el apoyo de un país con una armada fuerte para vencer a la británica y lo encontró en los Países Bajos que acababan de independizarse de España. Pero aunque no parece explicable, dada la situación por la que atravesaba Gran Bretaña, la Marina Real aguantó a los holandeses.
El día 30 de marzo de 1651, la escuadra holandesa, al mando del almirante Harpertszoon, desembarca en las Sorlingas y para que los careneros reales le reparen los barcos averiados por combates anteriores. Como parece natural, no lo consigue y sin encomendarse a nadie, declara la guerra a aquellas pacíficas islas.
Dice la historia que fue una guerra en la que no se disparó ni un solo tiro y que los habitantes de aquel paradisíaco archipiélago jamás tuvieron conciencia de que estaban en guerra contra Holanda, que desde aquel momento empezó a incorporarse al concierto internacional y llegó a convertirse en toda una potencia naval.
A mediados de los años ochenta, alguien en Holanda recordó que aún estaban en guerra contra las Islas Sorlingas y surgió un debate tan gracioso como lo había sido la propia guerra. La situación se convierte en un elemento publicitario cuando dan a conocer al mundo que Holanda y las Islas firman la paz el 17 de abril de 1986.
Termina una guerra sin heridos, ni tiros, ni hambre, ni privaciones, como suelen ser las guerras; por el contrario ésta fue una contienda amable, graciosa incluso, y dicen que ha sido la más larga de cuantas han ocurrido y se tienen noticias.
No puedo estar de acuerdo, en España hemos tenido una guerra de verdad, que empezó con lanzas y flechas y terminó con cañones, mosquetes y arcabuces que duró más del doble que lo que duró ésta y que por ende, se cobró millares de víctimas de ambos bandos.
Indudablemente, la Reconquista fue una guerra en toda regla, librada por los distintos reinos en los que se fue descomponiendo la Hispania visigoda, contra un invasor común que se apoderó de buena parte de nuestro suelo patrio por espacio de 800 años.
Cierto que la Reconquista pasó por muy diversos periodos, alguno de los cuales fueron de larga y absoluta paz, pero la mayor parte de esos ocho siglos lo fueron de batallas, escaramuzas, hostigamientos y más enfrentamientos, hasta que, por fin, en 1492, se conquistó el último reducto musulmán.