DESPRESTIGIO
Actualizado: GuardarHay un presidente de un club de la Primera División del fútbol español que recientemente ha sido condenado a siete años y medio de cárcel por una serie de delitos entre los que se encuentran la prevaricación y la malversación de caudales públicos. Aunque el imputado anunciara hace dos semanas su proposito de recurrir dicha sentencia ante el Tribunal Supremo, sigue siendo un personaje bajo sospecha que comienza a ser visto con otros ojos. En cualquier otro país donde la decencia fuese un hábito de andar por casa, este señor no habría tardado ni cinco minutos en presentar su dimisión, pero esto es España y aquí, (es de todos sabido) por figurar, mangar y eternizarse en el sillón de mando, uno es capaz de perder la vergüenza y hasta la dignidad, si fuera necesario. Un hecho que en el mundo del fútbol se multiplica por mil.
A José María del Nido parece importarle muy poco el daño que le está haciendo a una institución del calado social que tiene el Sevilla CF.
Es más, es tan pillo o torpe (vaya usted a saber) que, lejos de presentar su inmediata y honesta dimisión, piensa seguir al frente de la nave sevillista hasta que se demuestre su inocencia o (quién sabe) vaya a parar con sus huesos en una celda y el nombre del club al que representa se vea manchado por una actitud más digna de un vulgar figurante que de un tipo merecedor de ocupar el cargo que ostenta a día de hoy. Lejos de salir cagando leches antes de que su nombre forme parte de esa galería de bultos sospechosos que ya lidera Iñaki Urdangarín, Del Nido se permite baños de multitud como el que protagonizó el otro día cuando unos chavales le aclamaron en un acto semejante a esos que nos llegan de Corea del Norte en los que unos descerebrados, con el rostro desencajado, elogian las infinitas bondades del maldito dictador que ha llevado su pueblo a la misería, a costa de eternizar su apellido.