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Primarias en familia
Los aspirantes republicanos se sirven del apoyo de sus hijos, y con éxito, en la campaña electoral
NUEVA YORK. Actualizado: GuardarChelsea Clinton lo hizo por su madre. Alexandra y Vanessa por su progenitor, John Kerry. Y ahora es el turno de los chicos de Mitt Romney: Tagg, Matt, Josh, Ben y Craig. Hacer campaña electoral en EE UU siempre ha sido cosa de familia, pero junto a la tradición de la mujer florero y la foto modélica ha surgido el recurso de echar mano de los hijos para transmitir el mensaje a la gente joven.
Como buenos mormones, los Romney llevan a gala su papel de familia unida con el que enarbolan los valores conservadores. El exgobernador de Massachusetts presume de ser padre de cinco hijos y abuelo de 16 nietos. «Mitt siempre me recuerda que mi trabajo es más importante que el suyo», cuenta su esposa.
La presencia de Ann Romney en la campaña permite al candidato contar que lleva 42 años de matrimonio, en contraste con los escándalos sexuales de sus rivales. En los últimos días de Iowa, cuando Ron Paul y su ejército de jóvenes votantes le empezó a pisar los talones, Romney despachó a sus hijos al frente electoral. Todos excepto Ben, que está haciendo las prácticas de médico.
El patriarca los presentó al amanecer en un mítin de Des Moines y dos horas después entraban sonrientes en el gimnasio del Instituto del Valle del Oeste como los cuatro magníficos, con las manos en los bolsillos del vaquero y botas de puntera. «¿Cómo vais a celebrarlo esta noche si gana vuestro padre?», les preguntó una presentadora de CNN. «¡Vamos a emborracharnos!», bromeó Josh, de 36 años, provocando una carcajada. Los mormones no beben alcohol, pero se trataba de conectar con los miles de jóvenes que aplaudían la llegada de Ron Paul.
El libertario de ultraderecha habla su idioma cuando les recuerda que el Gran Gobierno del Tío Sam espía sus conexiones por Internet. «Y creedme, si os quitan vuestra privacidad en Internet os están quitando una gran parte de vuestra libertad», defiende el candidato.
Tagg Romney le escuchaba desde una esquina con el cuello del jersey subido y sin pestañear. Cuando cogió el micrófono flanqueado por sus hermanos abrió fuego sin preámbulos con dos preguntas para la reflexión: «Qué trabajos creéis que vais a encontrar ahí afuera cuando acabéis los estudios y cuánta deuda tendréis sobre vuestros hombros». Miró hacia las gradas de estudiantes congregados por 'Rock the Vote' para movilizar el voto joven y debió de intuir que muchos de ellos habían hecho campaña en 2008 por Obama, porque, en lugar del crispado mensaje que repite su padre, tuvo palabras conciliadoras sobre el presidente. «Creo que es una persona honesta. Ama a su familia. Pero este trabajo simplemente le está desbordando. Es cierto que heredó una economía en crisis, pero él la ha empeorado. Ya sé que no soy imparcial, pero necesitamos a alguien como mi padre para salvar la economía».
El primogénito contó que hace 26 años Mitt Romney les puso a construir un muro alrededor de la casa para enseñarles el valor del trabajo. Todos con las manos en la masa, incluyendo la madre, a la que le tocó preparar el cemento. La experiencia les unió como familia y Tagg asegura que aprendió más de su padre en seis sábados que en todos los años anteriores, aunque a raíz de lo que luego contó Craig cabe pensar que el aspirante a la presidencia pretendía ahorrarse algún dinero con el trabajo casero -hoy en día se está gastando 12 millones de dólares en renovar su casa de California-.
«Se discute el futuro»
«A mi padre no le gusta gastar», confió Craig en perfecto español. «Si me pasaba más de cinco minutos en la ducha ya estaba tocándome a la puerta y si me veía pensando con la puerta del frigorífico abierta me reñía, porque se gasta luz. Si llega a presidente estoy seguro de que recortará sustancialmente el gasto».
La confidencia del menor de los Romney, al que tocó vivir dos años en Chile para cumplir con las misiones que hacen los mormones, encaja con lo que contó un estratega del candidato a 'The Washington Post', tras encontrarse al matrimonio Romney en el pasillo de un hotel Marriott con una bolsa de McDonald's. «¿Y esto?», les preguntó Stuart Steven. «Ann y yo hemos ido a desayunar fuera, ¿has visto lo que cobran en este hotel por un desayuno?», le explicó Romney.
Tagg, que físicamente es la viva imagen de su padre y parece haber heredado el talento político, se molesta cuando se le pregunta por los privilegios que disfrutó el candidato desde la cuna. «Mi padre no tiene que disculparse de nada», espeta. Y ese tono defensivo le dura hasta que Craig rompe la tensión en español. «Yo hice la misión en Perpiñán», se relaja Tagg. «Eso está en la frontera con España».
Francia también fue el destino misionero de su padre, al que parece seguir en todos los aspectos. Como Elizabeth, la hija mayor de Rick Santorum, el rival que el martes le amargó la victoria a Romney por quedar prácticamente empatados. La estudiante de Ciencias Políticas se ha cogido un semestre libre en la Universidad para acompañar a su padre en la campaña y cuando tienen que desdoblarse ella se ocupa de las facultades. «Mi generación se está dando cuenta de que lo que aquí se esta discutiendo es su futuro», contó en un bar de Ames (Iowa). «Los errores económicos están creando una deuda que nos tocará pagar a nosotros. Por eso se calcula que solo el 18% de los universitarios votarán esta vez por Obama».
Entre sus funciones está la de difundir el mensaje por Twitter y Facebook, «que realmente están cambiando la forma de hacer política», asegura. Elizabeth sostiene que el mensaje conservador de su padre tiene eco entre los jóvenes, «especialmente en el tema del aborto, porque mi generación es con mucho la más provida». El de los matrimonios gays, sin embargo, le costó a Santorum un abucheo juvenil el viernes en New Hampshire, donde aspira repetir el milagro que vivió en Iowa.
En el Estado rural que votó el martes su esposa le consiguió esa noche al menos un voto. Karen Garver entró minutos antes de la votación en la iglesia de Johnston Free Church, seguida de su hijo Patrick, de diez años. El chico se acercó a una señora y le tendió la foto de su padre con una sonrisa infantil. Patt Cronk, que hasta ese momento creía que Romney era el candidato con más posibilidades de vencer a Obama, le miró y quedó desarmada. «En ese momento supe que tenía que votar con el corazón», contó después.
Santorum quedó esa noche a solo 8 votos de Romney. Si el resto de sus siete hijos hubiera podido acompañarle en la campaña tal vez el partido le habría beatificado. Por si acaso, Elizabeth le espera en Carolina del Sur, la primaria que sigue a New Hampshire, mientras que Josh Romney se ha trabajado ya Colorado, Nuevo México y Arizona, que no votarán hasta febrero. Y es que el camino hasta la Casa Blanca se pelea voto a voto e hijo a hijo.