BAUTISMO DE REALIDAD
Actualizado: GuardarLa popularidad de José Luis Rodríguez Zapatero creció de manera notable a las pocas semanas de llegar a la Moncloa en 2004. Un logro propiciado, en parte, por el cumplimiento de una de sus principales promesas electorales: la retirada de las tropas españolas de la guerra de Irak. Había dudas de si, una vez alcanzada la gloria en las urnas, se atrevería a contradecir al gigante norteamericano. Lo hizo sin titubear. Siete años y medio después, sin embargo, dejó su cargo con una de las peores valoraciones de la historia a causa de su gestión de la crisis económica. Mariano Rajoy estrenó su mandato de manera antagónica. Refutó de un plumazo la esencia de su propio ideario económico al subir los impuestos, en especial las rentas del trabajo. Una medida que demonizó durante sus ocho años como jefe de la oposición y a la que renunció, de manera inopinada, tan solo seis días después de defenderla ante el Congreso de los Diputados durante su investidura.
La mañana del 30 de diciembre, Rajoy dejó de ser previsible, una de las cualidades que más le gusta destacar de sí mismo, al realizar una enmienda a la totalidad a su política fiscal. Con ello, no solo violaba una de las máximas de la política liberal, sino que enviaba un confuso mensaje al sector más conservador de su partido, que había tolerado cierta desideologización en pos de centrar el mensaje del PP en la economía, verdadero talón de Aquiles del «enemigo» socialista.
Fuentes del Gobierno niegan la mayor: «No hay ni improvisación ni bandazo». Es más, advierten de que el presidente está dispuesto a tomar más resoluciones impopulares si con ello cumple con el compromiso de reducir el déficit hasta el 4,4% a finales de 2012. Un gesto que, a su juicio, devolvería la credibilidad internacional en España y supondría el punto de inflexión que necesita la deteriorada economía española.
De hecho, «el inicio del inicio», como bautizó Soraya Sáenz de Santamaría al 'tijeretazo' del Consejo e Ministros del 30 de diciembre, iba a tener su continuación el 5 de enero. Así lo habían anunciado varios ministros. Pasos encaminados a dotar de contenido la máxima acuñada por el propio presidente de que los recortes serían «justos y equitativos», porque de momento solo recaen sobre las clases medias.
Finalmente, el Ejecutivo guardó las tijeras en el cajón, al menos durante una semana. En vez de ordenar, como hizo con los impuestos y con el decreto de no disponibilidad de 8.900 millones del presupuesto que tenían los ministerios para el presente ejercicio, optó por analizar qué pasos dar. Así, aguardará un tiempo antes de podar las 4.000 empresas, entes y fundaciones públicas que existe en España y que pertenecen a las administraciones central, autonómica y local.
Su cierre supondrá el lógico despido de miles de personas en todo el país. Una responsabilidad que el Ejecutivo no quiere asumir en solitario.
Tampoco hubo golpe de efecto contra los altos emolumentos que perciben los directivos de bancos y cajas de ahorro en nuestro país, algunos de ellos sostenidos con dinero público.
Menos afortunado, a tenor de las críticas de la Unión Europea, resultó el esbozo del plan para la lucha contra fraude fiscal. Y es que el Gobierno sitúa las expectativas de recaudación extraordinaria por este concepto en 8.171 millones para 2012, un 21,4% por debajo de la que logró el Ejecutivo socialista en 2011, cifrado en unos 10.400 millones de euros.
Lejos de prever críticas, los flamantes ministros supusieron que, a pesar de lo doloroso del 'tijeretazo', los españoles y los mercados internacionales sabrían valorar la celeridad con la que el nuevo Gobierno había dicho «la verdad» y había adoptado las decisiones correctoras necesarias. «España no puede anunciar un déficit del 8% y no hacer nada», comentaba el ministro de Economía, Luis de Guindos.
Desde el PP lamentan que se pierda la que consideran verdadera perspectiva del problema actual. «El Gobierno socialista engañó u ocultó datos económicos claves durante el traspaso de poderes». Y esto, enfatizan los populares, obligó al Ejecutivo a enmendar las cuentas de manera precipitada. Tras este revés contable, el Gobierno asegura que necesita acometer un ajuste por importe de 36.500 millones de euros, 20.000 millones más de lo que comunicó Rajoy durante el debate de investidura.
Seis meses
Pero el eco de los vítores de la todavía no tan lejana noche electoral ya no suena con la misma intensidad tras el tijeretazo. Las primeras encuestas muestran la decepción, incluso, entre el electorado popular, por la subida de impuestos.
La respuesta internacional, al menos de inicio, tampoco ha sido la esperada. La prima de riesgo subió hasta los 385 puntos básicos al cierre de la semana y la Bolsa sigue en pérdidas (el Ibex-35 cerró el viernes con un -0,49).
Inquietantes noticias para aquellos gurús populares que vaticinaron que con el mero hecho del adelanto electoral subiría la Bolsa. Como el pronóstico no se consumó, matizaron que cuando ganase Rajoy. Como tampoco ocurrió tal cosa, insistieron que todo se arreglaría con las primeras medidas del nuevo Gobierno. Unas previsiones que nunca secundó Rajoy.
La realidad es otra bien distinta. El presidente se ha fijado un horizonte de seis meses para que brille la luz al final del túnel. Para entonces, además de completar los ajustes, se habrá aprobado la reforma laboral y la reestructuración del sistema financiero español. «¡Rajoy no lleva ni un mes como presidente!», exclaman algunos de sus colaboradores, que reprochan que se le exija tanto en tan poco tiempo. Las valoraciones, tanto en España como en el exterior, de estos primeros e intensos veinte días de mandato son de lo más variopintas.
¿Dónde está Rajoy?
Berlín se se ha congratulado de las «dolorosas» pero «necesarias» medidas de Rajoy. También lo hizo la Unión Europea, que, sin embargo, ahora recela de algunos de los pasos dados por el Gobierno popular. Prestigiosos rotativos como el 'Financial Times' se unen a los parabienes, pero buena parte de los analistas políticos europeos se han hecho la misma pregunta: «¿Dónde está Rajoy?». Una cuestión que lo mismo plantea el periódico alemán 'Die Welt' que la poderosa BBC. La vicepresidenta avisó el jueves de que el presidente no explicaría las medidas de ajustes realizadas, y las que quedan por venir, hasta después del Consejo Europeo que se celebrará en Bruselas el día 30, con una agenda basada en las previsiones de crecimiento económico y de empleo en la UE. Rajoy debe plantearse si los silencios que le ayudaron a resolver conflictos internos en el PP pueden tener la misma utilidad y el mismo efecto ahora que dirige los designios del país.
En Europa chirría este aparente paso atrás de Rajoy porque los recortes aprobados en Italia, Grecia, Portugal o Irlanda siempre han sido comunicados por sus primeros ministros. Todo ello sin contar que la oposición, aunque frágil aún por el proceso de primarias en el PSOE, también se ha cogido a las crines de este caballo y no piensa soltarlo.
Las fiestas navideñas y lo lejano del calendario electoral -salvo en Andalucía- han menguado el efecto de este reproche.