Un mundo feliz
Actualizado: GuardarNo se engañen ustedes: el mundo es exactamente igual hoy que hace dos días. Hemos cambiado el viejo calendario de los chinos o el de la caja de ahorros por uno nuevo y flamante, pero la cosa sigue estando igual de achuchá que siempre. O peor, ya han visto ustedes. Este año a más de uno se le habrán atragantado las uvas por otros motivos no puramente engollipantes, porque nos han pintado un panorama del futuro inmediato (de manera provisional, dicen, pero eso no se lo cree ni su padre) que dan ganas de buscar un agujero y esperar a que pase la tormenta.
Y dicen que es solo el comienzo, que ya es tener cara. Porque no explican cómo continuará la cosa. Nos las dan hasta en el carnet de identidad, se anuncia a bombo y platillo que suben las pensiones y al final resulta que es un uno por ciento, o sea, tres euros si el abuelo tiene suerte. Nos van a subir el IBI, el Iva, el IRPF y todas las demás siglas que se les antojen hasta que les cuadren los números. que no les cuadrarán.
Nos han administrado mal, todos y todas, en los gobiernos autonómicos y en el gobierno central, en las diputaciones y los ayuntamientos, y al final la solución es tan sencilla que no hace falta ni una carrera ni un máster en economía para solucionarlo: me pagan ustedes lo mal que lo hemos hecho y verán como algún día cuadran las cuentas. A trabajar más, y a cobrar menos. Por España, oigan. Todos a arrimar el hombro.
Y todavía no hemos visto a ningún ministro ni a ningún presidente del gobierno decir que renuncian a una parte de su sueldo. Ni a ningún banquero entregar algo de las millonadas que les dan cuando se, ejem, jubilan. Está muy bien eso de ser neocón y tratar de abolir las competencias del estado cuando se está en la oposición, pero cuando se pilla poltrona, el estado somos todos y hay que salvarlo sí o sí. Pero cuando tengamos menos poder adquisitivo, obviamente compraremos menos, y nos hundiremos todavía más en la recesión: lo sé hasta yo, que soy de letras. Pero verán ustedes como después también nos lo echan en cara.
Es lo que pasa, claro, cuando confundimos votar a un programa electoral invisible con firmar un cheque en blanco.