Sociedad

Lo nuevo, lo viejo y lo de siempre

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Resulta extraño que Steve Jobs, el visionario que atisbó un futuro al que buena parte de la sociedad todavía no ha llegado, se haya convertido ya en un personaje del pasado. El gurú de Apple nos ha dejado en un mundo que experimenta a diario el conflicto entre lo viejo y lo nuevo, con una intensidad que muchas veces lleva a posturas imposibles de conciliar, como si una línea en el suelo nos hubiese dividido para siempre en dos bandos. Este año han abundado las manifestaciones de esta batalla eterna, que cada vez parece extendida a más campos. El mundo de la cultura sigue enzarzado en el debate sobre las descargas libres y la defensa de la propiedad intelectual, por mucho que la controvertida 'Ley Sinde' acabase retirada por los mismos que la planteaban. Y, en las plazas de toros, al desigual combate entre el hombre y la bestia se suma ahora el que enfrenta, con similar encono, a taurinos y antitaurinos: en septiembre, la Monumental de Barcelona acogió la última corrida celebrada en Cataluña, con el 'no hay billetes' colgado en la taquilla. Seguramente ya nunca los habrá.

Claro que lo viejo y lo nuevo se enredan a veces en una danza que confunde las ideas preconcebidas. La Jornada Mundial de la Juventud reunió en Madrid a más de un millón de participantes llegados de 190 países, una suerte de vitalista botellón espiritual que contradice lo observado en parroquias de feligresía escasa y envejecida. Otro pilar de la sociedad más clásica, la monarquía, reafirmó su tirón popular con la primera 'boda del siglo' (habrá más, siempre hay más). Se calcula que unos 2.000 millones de personas siguieron por televisión el enlace de los duques de Cambridge, esa apoteosis del protocolo añejo y el boato aristocrático, aunque, eso sí, algunos contemplarían el tradicional beso de los novios en la pantalla de un flamante iPad.