Editorial

Mandato democrático

El Rey subrayó la honradez con la que se conduce la mayoría de los ciudadanos

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El inicio solemne de la X Legislatura reunió ayer a las Cortes bajo la presidencia de los Reyes acompañados de los Príncipes de Asturias. Juan Carlos I se dirigió a los diputados y senadores recordándoles acertadamente que «se deben al conjunto de la sociedad española» independientemente de su procedencia territorial y de su adscripción ideológica. De ahí que el Monarca les emplazara a guiarse por la «voluntad de compartir desde el derecho a discrepar». La realización de la democracia se fundamenta en la libre expresión de posturas distintas y en el derecho a satisfacer aspiraciones diversas siempre con arreglo a las normas de convivencia recogidas en las leyes. Pero el ejercicio de la representación parlamentaria daría lugar a un resultado caótico si quien ocupa cada escaño tratara de encarnar su particularidad dejando de lado el interés común. El poder legislativo se basa en la disposición que los electos muestran de defender sus respectivas posiciones en la búsqueda del entendimiento que establece cuál es el interés común de los representados. Y no habría mejor manera de atender a ese interés común que emulando, en el desempeño de la función pública, «la honradez, el esfuerzo y la profesionalidad» que el Rey alabó ayer en la conducta de la «inmensa mayoría» de los ciudadanos. No habría mandato moral más inequívoco para encomendar a los parlamentarios -como Su Majestad hizo ayer- que procedan frente a la crisis con una «actuación responsable, solidaria y efectiva». Entre otras razones porque solo así lograrán «reforzar la confianza en las instituciones» debilitada en el ánimo ciudadano tanto por su dificultad para despejar las incertidumbres económicas como por las irregularidades y corruptelas puntualmente descubiertas en el ejercicio del poder. Es comprensible que don Juan Carlos expresara su contrariedad porque las palabras que en el mensaje de Nochebuena dedicó a demandar ejemplaridad en el desempeño de la función pública se personalizaran, por parte de la opinión pública y publicada, en el caso de su yerno. Pero resulta evidente que este no quedaba eximido del reproche Real. El reconocimiento y el apoyo sinceros que las Cortes mostraron ayer hacia la Monarquía van en consonancia con el servicio que dicha Institución continúa prestando a la democracia y al equilibrio que España representa entre unidad y diversidad.