Sociedad

VINIERON LAS PRISAS

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Antes que los ubicuos Reyes Magos y el equilibrista Papá Noel, nos están llegando las premuras económicas. Los recientes ministros, apenas recibir las enhorabuenas por sus anhelados nombramientos, se enfrentan a la hora inexorable de pagar nuestra deuda pública, que es demasiado notoria. Ellos se lo han buscado, pero a ver qué pasa cuando tengan que entregar dentro de cuatro días las crecientes partidas de gastos y las menguantes partidas de ingresos. Quizá no haya que preguntarse eso: saldrán de todos nosotros, ya que no hay callejones con salida.

Una inversa lotería nos ha tocado y hay que confesar que la de Navidad está muy repartida. Nos ha tocado el 16500 a todos, que es la cifra, expresada en hipotéticos millones, que hay que juntar, para que las cuentas, que antes nos salían redondas, cuadren. Los distintos recortes nos van a dejar en nuestras proporciones adecuadas. A los sueldos de los funcionarios, incluidos los que no funcionan, pero tienen el mismo frío que los que cumplen su tarea, les van a congelar sus nóminas. La llamada partida de gastos va a partir por el eje a mucha gente, pero no hay otro remedio, sobre todo cuando no se puso a su tiempo.

Su Majestad el Rey, que Dios guarde los suficientes años para que seamos dignos de ser republicanos, ha dicho que la Justicia es igual para todos y ojalá tenga tiempo para confirmarlo. Nunca es tarde si la pena es buena y los tribunales deberán juzgar a quienes tengan trasfusiones de sangre azul, esa hemoglobina hereditaria y a veces dudosa cuya terrible herencia es la ejemplaridad. Al pueblo llano, al que pertenecemos todos, no se le exige más que sigamos pagando nuestros impuestos y opinemos cada cuatro años quién debe recaudarlos. Es un modo ingenioso de descrubrir quien corre con nuestras ganancias y nuestras pérdidas y parece que estamos dispuestos a aguantarlo. Lo que no soportamos es que nos toquen el hombro, no otras partes duales del organismo, para meternos prisa.