Sociedad

«Ese dolor no pasa»

Su hermana murió de un tiro en la nuca. Yairet señala a su exnovio. Y llora: «Tenía la vida por delante»

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Yalennis, Yairet y Zoiret parecen tres nombres de fábula élfica, tres nombres de princesas de cuento de hadas, tres nombres dulces y vitales. Las tres hermanas sonreían siempre cuando estaban juntas, con una alegría cantarina la una al lado de la otra. Como la sonrisa sosegada de Yalennis y Yairet en la foto que acompaña a estas líneas. Hasta que otras tres cosas se cruzaron en su camino. Tres disparos secos acallados por un silenciador en la madrugada de Cálig, Castellón. Tres tiros que secaron la alegría de Yalennis Valero Jiménez, una cubana de 25 años, que amargaron la vida de Yairet y Zoiret y acabaron con la de Juan Manuel, un amigo que simplemente estaba en el sitio equivocado, en el peor de los momentos posibles: el elegido por el sicario Emilio Pérez para acabar con la vida de Yali, como llamaban a la joven asesinada los que la querían.

Ni la tierra que ha puesto de por medio impide que Yairet casi escuche aún el eco atronador de las tres detonaciones mudas de aquella noche del 12 de junio de 2005. Su hermana arrodillada y maniatada en su casa de Cálig, donde la esperaba el matón. Juan Manuel ocupando el lugar que supuestamente debía haber ocupado ella... «Ese dolor nunca pasa. ¿Quién puede hacer algo así? ¿Quién puede matar a una niña de 25 años, con toda la vida por delante?», pregunta al aire desde Italia, donde vive ahora con su hermana Zoiret.

Un accidente de tráfico del coche en el que viajaban Yairet y Yalennis tras una noche de fiesta puso en la escena de la tragedia a Juan Manuel. El joven acudió al punto del siniestro a auxiliarlas y acompañó a la hermana mayor a su casa mientras Yairet se quedaba aguardando la grúa en la carretera. Su espera le iba a salvar la vida. Dentro, en el silencio del hogar, la muerte acechaba.

Allí dentro, Emilio Pérez disparó tres veces. La Justicia ya ha hablado: 45 años de prisión para el primero por el asesinato de los dos amigos. Emilio Pérez apretó el gatillo, pero detrás de esta historia hay alguien más. O al menos eso sospecha la Justicia. Hay otros seis imputados: otro presunto matón, un intermediador... Y el supuesto autor intelectual, Isauro L. H., en libertad tras pagar una fianza de un millón de euros después de unos meses en la cárcel.

Hubo un tiempo en que él también la llamaba Yali. Un tiempo en que la quería, a su manera... Lo hizo durante 10 años, el periodo en el que fueron pareja. El constructor gallego la conoció en uno de sus muchos viajes al Caribe. Dicen que el clima y la gastronomía no era lo que más le tiraba de Cuba. Prefería sus mujeres. Allí se encaprichó de Yali. Una niña de solo 15 años, una belleza del villorrio de Ciego de Ávila. E Isauro se trajo a España a Yalennis y a Yairet. A Yali le montó una vida de ensueño: una casa, un coche, un yate, un trabajo en una inmobiliaria de Castellón de la que era socio... La 'mimó' durante 10 años. El idilio se rompió cuando Yalennis decidió dejarlo. El amor se tornó en odio, celos, obsesión..., el móvil que la acusación pone detrás del presunto encargo del crimen por parte del exnovio.

«¿Mi familia? Rota...»

«Era una obsesión casi rayana con la esclavitud. Él sostenía, 'yo te he traído aquí y ahora me lo debes todo', y su muerte fue una auténtica ejecución», apuntan (siempre con la presunción de inocencia por delante) desde el despacho de Luis Arrabal y Enrique Botella, abogados de la acusación particular. «Si me sucede algo, el único culpable es Isauro y su amor posesivo. Su amenaza es que, si lo dejo, mi final será en un prostíbulo, drogada y muerta». De la cabeza de Yairet no se borran las palabras de su hermana en una carta escrita dos años antes de ser asesinada. «Entraba en su habitación y olía su ropa interior por si había estado con otra persona», es la acusación de Yairet hacia el constructor gallego. «Si te acercas a ella te corto los huevos», recibió como aviso un amigo de la víctima por parte del imputado, según la acusación.

Y Yairet no está tranquila ni en Italia. El miedo no entiende de distancias... Rehuye las preguntas. Prefiere no alargar la entrevista. No quiere aparecer en una foto actual. No se fía ni de si este redactor es quién dice ser... «¿Qué como se siente mi familia desde entonces? Rota...» Su padre murió en Cuba durante el proceso judicial. «No quiero recordar. ¡Es tan duro...!». Y su voz enmudece allá en Italia, su hogar junto a Zoiret, la otra princesa de la fábula amarga. Las dos hadas de un cuento de miedo y dolor.