Aspecto en el que quedó la zona donde se produjo una de las doce explosiones coordinadas. :: H MIZBAN / A. P.
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Bagdad se tiñe otra vez de sangre

Irak revive los días de la guerra sectaria tras una oleada de atentados con más de 60 muertosEl ataque coordinado se produjo en varios puntos de la capital con mayoría de población chií y se atribuye a grupos de Al-Qaida

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Bagdad revivió ayer los peores momentos de la guerra sectaria que asoló al país hace no mucho, una guerra cuyas heridas siguen abiertas. Más de sesenta personas perdieron la vida y cientos resultaron heridas por la mañana, en doce explosiones coordinadas que afectaron especialmente a zonas donde la mayoría de los residentes son chiíes. Por la tarde, otras cinco personas murieron y catorce fueron heridas al estallar en un corto intervalo un artefacto de carretera y un coche bomba cerca de una cafetería. Esta vez el objetivo no fueron ministerios, comisarías de Policía o instalaciones militares, fueron ataques indiscriminados con coches bomba, lanzamiento de cohetes, suicidas y artefactos explosivos contra civiles.

«Han atacado colegios, trabajadores y la agencia anticorrupción», afirmó el portavoz de las Fuerzas de Seguridad en Bagdad, el general Qassim Atta, en una primera comparecencia ante los medios. El primer ministro Nuri al-Maliki fue más allá y afirmó a través de un comunicado que «el momento de los crímenes y los lugares donde se han producido confirman su naturaleza política», una interpretación que apunta directamente a la autoría por parte de sectores radicales suníes que buscaban una masacre de chiíes.

El rosario de explosiones comenzó a las seis y media de la mañana, después del primer rezo y cuando millones de personas se ponían en marcha para acudir a sus puestos de trabajo. Algunos vehículos explotaron cerca de rotondas donde los desempleados acuden a la espera de que alguien les recoja para trabajar al menos unas horas. Bab al-Muatham, Allaui, Adhamiyah, Chouala, Chaab, Jadriyah, Ghazaliyah, Amil y sobre todo Karrada, donde una ambulancia bomba explotó cerca de un edificio gubernamental causando 18 muertes, fueron algunos de los barrios elegidos para sembrar el terror. Norte, centro, sur, este y oeste de la capital recibió la visita de unos terroristas que lograron burlar la red de puestos de control.

Todas las miradas apuntan a Al-Qaida en Irak -que en anteriores ocasiones ya ha demostrado su capacidad para realizar ataques en serie en la capital- aunque los ciudadanos de a pie, según los testimonios recogidos por las agencias, señalan directamente a la clase política que en el nuevo Irak acostumbra a dirimir sus diferencias a base de bombazos. El ataque coordinado fue el primero desde la salida de los americanos y el más grave que sufre la capital desde el 27 de octubre cuando 38 personas murieron y 78 resultaron heridas en un doble atentado que también afectó a una zona de mayoría chií.

Falta de seguridad

A la espera de que algún grupo reivindique la acción, los autores vuelven a dejar patente la vulnerabilidad del aparato de seguridad de la Bagdad. Con americanos o sin ellos la falta de seguridad sigue siendo el mayor problema desde la caída de régimen en 2003. Mientras los hospitales atienden a los heridos, la Policía investiga lo ocurrido y la ciudad trata de recuperar la normalidad, la clase política bunquerizada en la Zona Verde y alejada del dolor de los ciudadanos sigue jugando su particular partida por el control del país. Suníes, chiíes y kurdos velan por los intereses de cada grupo dejando a un lado el interés nacional.

El vicepresidente Tarek al-Hashemi permanece en el Kurdistán desde el lunes y las autoridades regionales no parecen dispuestas a entregarle a la Justicia pese a la orden de detención por presunta vinculación con actos terroristas que pesa sobre su cabeza. Se trata de uno de los rostros más influyentes del bloque suní y es miembro de una familia de Bagdad históricamente vinculada a la política. El político asegura que es inocente y se siente víctima de un montaje político por parte de los partidos chiíes, a los que acusa de intentar monopolizar el control del país tras la salida de Estados Unidos. El primer ministro Nuri al-Maliki exige a la región autónoma kurda que no ponga trabas a la detención. De momento su llamamiento no es escuchado en Erbil.

La salida de las tropas americanas ha acelerado el proceso de descomposición política en el país árabe. El Irak «libre, soberano e independiente», según la definición del secretario de Defensa, Leon Panetta, el día en que fue arriada la última bandera de Estados Unidos en el aeropuerto de Bagdad, carece de gobierno. El pacto de mínimos alcanzado por Al-Maliki e Iyad Alawi, responsable de Iraqiya, en noviembre de 2010, después de ocho meses de negociaciones y de vacío de poder, ha saltado por los aires en las últimas horas.