ESPAÑA

Política exterior al servicio de la economía

El titular de Exteriores empleará su formación para hacer del campo internacional otro instrumento en la lucha contra la crisis

MADRID. Actualizado: Guardar
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El nuevo ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García-Margallo, es el abuelo del Gobierno Rajoy, pero en los felices hábitos presentes, un sexagenario -él tiene 67- en buena forma es una bendición. Y más si dispone, como el interesado, de otra condición también respetable, pero más arriesgada: la de un 'junior' caído en paracaídas en el torbellino político. Él, con una promoción atrevida de treintañeros, fue uno de los jóvenes de UCD que cerraron un ojo y la mitad del otro para acompañar a Adolfo Suárez en la creación del gran invento.

El fue director general y diputado con poco más de treinta años y después estuvo, desde un origen de convicciones juveniles monárquicas, en la reordenación del proceloso escenario político institucional en que cuajó la Constitución, felizmente vigente. De esa probeta salieron unas decenas de personas, en todos los partidos, que asumieron muy bien su papel, apuntalaron los grandes partidos, llenaron de espíritu político-democrático la alta burocracia del Estado, renovaron los hábitos de hacer política y, poco a poco, fueron desapareciendo. García-Margallo no es de esos: diputado aquí y en Europa, se convirtió en un emblema del Partido Popular europeo y, que se sepa, nunca ha indicado la menor inclinación a tomarse eso que se llama un merecido descanso.

Un 'intruso'

Así lo dejó muy claro hace apenas dos semanas en una entrevista en TVE. Ya entonces, Mariano Rajoy, lo había decidido: sería el nuevo ministro de Exteriores, un puesto para el que su excelente formación universitaria (estudios universitarios de Derecho y Economía con oposiciones de postín ganadas y publicaciones de referencia) unida a su experiencia multinacional sobre el terreno, en el Parlamento europeo, le habilitan a la perfección. El presidente no necesitará recordarle lo que se espera: que la política exterior deberá ser hoy más que nunca, un instrumento más al servicio de la lucha contra la crisis económica y financiera.

No ser diplomático de carrera nada importa y es seguro que -una vez no son veces- la carrera no podrá quejarse de que un intruso irrelevante entra en el sacrosanto santuario de las cancillerías. García-Margallo es, antes que nada, un político potente, un técnico competente y tiene la edad, la formación y la experiencia para hacerse cargo rápidamente de la situación. Y, un dato de interés: en el Parlamento europeo ha estado siempre en los comités regionales sobre América Latina, ha viajado mucho allí y podrá satisfacer la explícita atención que en su discurso de investidura pidió para Hispanoamérica y la lengua común, el castellano, el presidente Rajoy.

Más a ras de tierra le aguardan viejos expedientes siempre presentes en el palacio de Santa Cruz, el principal y primero de los cuales es Marruecos, el asunto del Sáhara en medio y el recuerdo de Perejil, obra de un gobierno del PP. En Rabat, donde un primer ministro islamista está terminando de formar un gobierno de coalición, ya esperan a ver si un cierto hábito de que el presidente haga al Reino su primer viaje al exterior, se confirma. Los pronósticos son muy diversos en ese asunto, al fin y al cabo menor, pero se da por seguro, en cambio que como un país grande, activo socio de la UE y de la OTAN, el Reino de España, que es como se llama el país en la jerga, no conocerá ninguna revolución en su conducta internacional. Mandará la continuidad, con matices aquí y allá.