ESPAÑA

CIEN DÍAS DE GRACIA Y TRES MESES DE VÉRTIGO

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Si Rajoy cumple lo prometido, al final de la legislatura España habrá cambiado profundamente y ya «no la conocerá ni la madre que la parió», como diría Alfonso Guerra. Para lograr esa transformación, el futuro presidente necesita paz social, concordia ciudadana, consenso político, complicidad institucional, esfuerzo solidario y unidad. Para alcanzar todos estos condimentos sazonó su candidatura de «humildad» ante el pleno del Congreso. Previsiblemente, será presidente con un poder enorme en todos los ámbitos de la Administración y un peso parlamentario considerable. Aun así, prefirió apelar a la ayuda «de todos» para intentar compartir la salida de la crisis. A cambio, ofreció comportarse con sinceridad y equidad en la aplicación de la dolorosa austeridad, que no le templará el pulso en aplicar. Pero volvió a demostrar que su particular forma de decir la verdad significa no mentir nunca, de modo que prefirió dejar a la imaginación de la Cámara las medidas más impopulares que tendrá que arrostrar. Sin concesiones a la galería, solo se permitió prometer que mantendrá el poder adquisitivo de las pensiones.

Como una gota malaya que orada la roca sobre la que se derrama durante minutos, horas, días, semanas, meses y años, a Rajoy le gustaría cambiar los hábitos y leyes de los españoles, sin que se note demasiado y, sobre todo, sin hacer ruido. Con ese disimulo, deshizo la madeja de su proyecto político e incluso utilizó un eufemismo para anunciar los primeros latigazos de su disciplina presupuestaria, que nos aplicará justo antes de comernos las uvas cuando el Consejo de Ministros adopte «acuerdos de no disponibilidad de gasto» para 2012.

Su plan -reformista pero no rupturista- es a largo plazo pero arranca con un acelerón de medidas urgentes, perfectamente articuladas en un metódico calendario de estreno inmediato. Copiando a los clásicos, el político popular comprimió los cambios más difíciles en los tres primeros tiempos de su mandato, convencido de que lo que no se haga en los cien días de gracia ya no se podrá abordar después. Además, el futuro Gobierno contará con la ventaja añadida del proceso de regeneración interna que mantendrá enredado al PSOE hasta la elección de su nuevo líder en el congreso de febrero. Con la renuncia expresa a escudarse en la herencia recibida, Rajoy dijo que no espera el aplauso y solo le mueve la pretensión de que España se incorpore a una zona del euro resucitada de esta crisis global. En el bien entendido de que el mundo que hemos disfrutado hasta ahora ya no volverá jamás.