Sociedad

EL TRATAMIENTO

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Salvo los que creen que la economía española ha fallecido, aunque no pueda descansar en paz, hay diversos curanderos que opinan que todavía puede tener salvación. Para nuestra desgracia, el método curativo difiere mucho. Ocurre siempre que se congregan varios galenos, más o menos ilustres, a la cabecera del doliente. Unos dicen una cosa y otros no dicen nada, ya que saben que el final va a ser idéntico y a todos nos va a sobrevivir un paquete de fármacos en los que teníamos mucha esperanza. Uno de los misterios del admirable progreso de la ciencia médica es que se hayan descubierto más remedios que enfermedades conocidas y catalogadas. El resultado es que cada vez hay mejores tratamientos, pero a eso se une que cada día hay mejores enfermedades. A los padecimientos económicos que nos aquejan se le están recomendando cosas contradictorias: la CEOE quiere congelar los sueldos cuatro años y los sindicatos lo que quisieran es congelar a la patronal para siempre.

España llevaba algunos años disfrutando de buena salud, pero ya se sabe que las personas o las entidades que se consideran sanas son enfermos que se ignoran. Encontrarse muy bien no presagia nada bueno. Lo que ocurre es que hay enfermedades de evolución más lenta que otras y tardan más en llegar al mismo sitio. Lo que insinúa el presidente de la CEOE, que no le cae simpático a nadie, ni siquiera a él cuando se mira al espejo para afeitarse, es verdaderamente monstruoso, ya que niega a pocos días de la Navidad toda esperanza a corto plazo, o sea, que cuando los sueldos vuelvan a descongelarse las pastoras serán abuelas y a las zambombas de los villancicos les habrá brotado musgo en su imposible tallo.

Las medidas de austeridad, que se dice que están frenando el crecimiento de la deuda pública, también están frenando esa alegría obligatoria y algo insensata que propician estas fechas. Cuatro años a dieta son muchos para curar nuestro empacho colectivo. Que se los recete a Urdangarin, que ese sí que se ha inflado.