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LA MUERTE OS SIENTA TAN BIEN...

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Creo haber hecho todas las guerras contemporáneas a este lado de las trincheras, lo que me ha proporcionado una gran experiencia y un escaso conocimiento de sus motivaciones. Jamás lograré entender sus razones, fuera del enriquecimiento de unos y la estupidez de otros. Acaban reducidas a un frío número de víctimas, más abultado en el caso de quien las sufre. La de Irak se resume en 4.483 muertos estadounidenses conocidos y unos 100.000 iraquíes anónimos.

Las razones habría que buscarlas entre los muertos, en la generación de jóvenes sacrificados de modo inaceptable e incomprensible. David Hickman, de 23 años, un atleta estrella que se acababa de casar, tal vez sea el último soldado (conocido) que muera en Irak. Perdió la vida a causa de una mina colocada en la carretera. El médico que le atendió cuenta a 'The Times' haber pensado: «Un chaval, con una mujer, que esté luchando por su vida, resulta surrealista». Al final, todos los muertos de esta guerra han sido inútiles. Empezó con una engañosa convicción y cobertura mediática para acabar ignorada, mantiene acaso una latencia mortífera gracias a los atentados. En el momento en que Obama abrazaba a los excombatientes que regresaban a casa, un Irak alborozado quemaba banderas americanas.

Desde que comenzó, además de su ilegalidad, su aspecto más relevante se redujo a cómo salir de ella. Y ahora, a qué hacer con los soldados mutilados, inadaptado o asesinos que vuelven. La guerra proporciona sobre todo un aprendizaje canalla, se puede entrar con vocación benedictina y salir como un experto torturador. EE UU las deja con la crueldad de quien se quita la caspa de la hombrera del uniforme.

Se sale de Irak no porque no haya razones para quedarse, sino porque no había razones para entrar. Es más, para los medios británicos no quedará rastro de que se estuvo allí en ningún momento. La era colonial de la primera mitad del siglo pasado dejó al menos puentes, escuelas, monumentos... Aquí solo se reconoce un signo de presencia: el 'porta potty'. Retretes de plástico que antes ocupaban las bases y ahora se hallan cementados en plena calle como retretes públicos. «Bien poco como muestra de una operación que iba a crear un nuevo orden y a establecer un aliado estratégico en una región rica en petróleo».

Para los de dentro, la cosa queda un poquito peor: afianzadas las redes terroristas que maneja Al-Qaida, desnudos de mano de obra especializada, que puso pies en polvorosa para evitar su secuestro, rodeados por la hambruna, y en manos de su enemigo histórico, Irán, infiltrados de milicias chiíes y sin Ejército que defienda sus fronteras. Su reconstrucción como nación independiente quedará para cualquier día de pasado mañana. Solo comienza la venganza. Tareq Aziz, el rostro de la dictadura de Sadam Hussein en el exterior, mira con desasosiego la retirada desde su celda. Era una de las cartas con nombres e imágenes de los 52 individuos más buscados del régimen, Sadam era el as y Aziz el ocho de espadas. Al-Maliki ha prometido ahorcarlo cuando salga el último soldado.