Sociedad

Bruegel y los 'milagros' de San Martín

El Prado exhibe la prodigiosa restauración de la magistral 'El vino de la fiesta de San Martín'El taller del museo descubrió en la pintura la firma del genial artista flamenco del que solo existen 41 obras en todo el mundo

MADRID. Actualizado: Guardar
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Si ya fue milagroso el hallazgo de un nuevo Bruegel, no ha sido menos milagrosa la restauración llevada a cabo en el taller del Prado de 'El vino de la fiesta de San Martín'. Es una pintura prodigiosa, la número 41 en el exiguo catálogo del genial maestro flamenco, y un descubrimiento portentoso, el más importante en el último cuarto de siglo a criterio de los expertos. El Estado y el Prado adquirieron esta maravilla por siete millones de euros. Es una pieza más que singular, el cuadro de mayor tamaño del corto catálogo de Bruegel 'el viejo', que en una hipotética salida al mercado hubiera superado los cien millones en un sala de subastas. A partir de ahora se puede disfrutar de la pintura como recién salida del taller del maestro flamenco en la sala C de la ampliación de Moneo.

'El vino de la fiesta de San Martín' es una obra tan singular como delicada. Es una sarga, una suerte de témpera, temple de cola, aplicado sobre una delicada tela de lino sin preparación. Es una técnica parecida al fresco, que no permite correcciones y exige rapidez. Adquirida por el noveno duque de Medinaceli, de casi tres metros por uno y medio, permaneció durante más de tres siglos en la noble casa sin que se conociera su autoría.

Una atribución que se sospechó desde el momento en que la obra llegó al Prado para su análisis pero que tardaría varios meses en confirmarse. La algarabía estalló en el taller del museo cuando Pilar Silva, jefa de restauración de pintura española y flamenca, descubrió la tenue pero indubitada firma del maestro flamenco en el ángulo inferior izquierdo de la tela.

No había duda, era obra de Pieter Bruegel 'El Viejo' (1525-1569), la mayor figura de la pintura flamenca del siglo XVI, y para muchos el 'nuevo Bosco'. Muy reconocido en vida, su temprana muerte hizo subir como la espuma la cotización de sus escasas obras, buscadas obsesivamente por los coleccionistas.

La primera radiografía fue más que esclarecedora, y permitió casi confirmar la atribución que anticipaban «los trazos, la seguridad, las sombras y luces o la disposición de las cabezas». Era solo el primer paso de un proceso muy complejo y minucioso que arranco con le eliminación de una densa capa de barniz de poliéster que oscurecía el cuadro hasta ocultar algunas de las figuras -casi un centenar- y alteraba su delicado cromatismo.

El siguente paso fue retirar reentelado que se pudo despegar con gran dificultad y que agravaba aun más el penoso estado de la tela, con abombamientos, pérdidas de pintura y micro-roturas en la superficie de lino que necesitaron para su 'cura' hasta 600 parches de papel japonés.