Urdangarin, sin vida oficial
Solo la frivolidad podría sostener que la Corona sale comprometida de este caso
Actualizado: GuardarEl jefe de la Casa del Rey marcó ayer públicamente las pautas que seguirá la Corona en el embarazoso asunto relativo a Iñaki Urdangarin, yerno del monarca. Rafael Spottorno hizo en concreto referencia al comportamiento escasamente ejemplar del esposo de la infanta Cristina y a la decisión de que no participe más en actos oficiales. El propio Urdangarin lamentó el sábado en una nota el desgaste que las informaciones sobre sus actividades profesionales -que no privadas, al tratarse de un personaje público- producían en la Familia Real; pero, al no anunciar por propia iniciativa su propio apartamiento, Zarzuela no ha tenido más remedio que imponerlo. Aunque tampoco ha podido ir más allá ya que Urdangarin tiene derecho a la presunción de inocencia toda vez que no solo no ha sido juzgado sino ni siquiera encausado todavía. El 'caso Urdangarin', cuya valoración final ha de ser aplazada hasta que se pronuncie la Justicia, representa una evidente contrariedad para la institución monárquica pero solo la frivolidad podría sostener la afirmación de que la Corona sale comprometida de este caso. El rey, apoyado en su consorte la reina, ha sido en todo momento celoso guardián de sus funciones constitucionales, que son intransferibles y que ha ejercido con puntualidad y eficacia en todo momento; tras el jefe del Estado, el heredero de la Corona se prepara para reinar y apoya al rey en lo que debe. Todo lo demás es protocolo y representación, y no afecta a la sustancia de la Monarquía, que goza además del respeto y la estima de la sociedad civil. Carece, pues, de sentido insinuar siquiera que este asunto incidental, en el que parece haber tanto oportunismo como bisoñez, socava el prestigio de una institución que, sabiamente gestionada, ha impulsado y acompañado el desarrollo democrático de este país. Antes al contrario, lo lógico es distinguir entre una ejecutoria políticamente intachable y muy útil para la paz y convivencia de los españoles, y el accidente torpe que, como en tantas unidades familiares, ha aquejado a la real familia. Y apreciar en lo que vale el gesto regio de hacer público antes de final de año el presupuesto de la institución «por capítulos y subcapítulos», incluyendo de paso un importante esfuerzo de austeridad.