Editorial

Rajoy ante Europa

La tarea más urgente del próximo presidente es impedir que los mercados vuelvan a cebarse en la deuda española

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El encuentro celebrado por el Partido Popular Europeo en Marsella la víspera de la trascendental reunión del Consejo permitió ayer a Mariano Rajoy avanzar la postura que mantendrá el nuevo gobierno español. El compromiso anunciado por Rajoy con la eventual modificación de los Tratados sitúa al presidente in péctore más en la vía rápida trazada por Merkel y Sarkozy que en la lenta auspiciada por Van Rompuy. Sarkozy fue ayer claro al señalar que la voluntad de la entente germano-francesa es incluir a todos los socios europeos en la misma velocidad, pero que cualquier resistencia a la misma sería considerada motivo suficiente para trazar una línea que distinguiría a los países dispuestos a impulsar reformas estructurales de la Unión de aquellos que se aferren al parsimonioso mecanismo de la unanimidad. El hecho de que Rajoy no fuese más explícito al respecto respondió sin duda a la obligada prudencia con la que el líder popular y próximo presidente debía conducirse ante el desarrollo siempre imprevisible de la Cumbre de hoy. En cualquier caso la carta de presentación de sus intenciones a corto plazo -consolidación fiscal, reforma laboral y reordenación financiera- adquirió mayor solidez al mostrar su apuesta por cambios en profundidad en el funcionamiento de la Unión, aunque a diferencia de la posición alemana conceda un mayor protagonismo al BCE frente a la crisis de la deuda. Cambios a través de los cuales Rajoy trataría de garantizar una posición más determinante para España en el concierto europeo, comenzando por la ampliación de la mayoría cualificada precisa para hacer uso del fondo de rescate, de modo que nuestro país pudiera formar parte de los socios con derecho a veto. Pero la tarea urgente que Rajoy está afrontando con anterioridad a su investidura como presidente de gobierno, y que deberá continuar tras la formación del nuevo ejecutivo, es la de impedir que los mercados vuelvan a cebarse en nuestra deuda disuadiéndolos mediante los parabienes internacionales que cosechen sus propósitos reformadores. Claro que las dudas suscitadas por una economía que soporta tan alta tasa de desempleo, una productividad insuficiente y remotas perspectivas de crecimiento podrán comenzar a despejarse, en lo inmediato, dependiendo de la sensación de solidez e irreversibilidad que hoy proyecte la reforma liderada por Merkel y Sarkozy.