Sociedad

El arte, otro mercado de riesgo

Descubren obras falsas de Motherwell y Pollock vendidas a precios millonarios por galeristas de Nueva York

MADRID. Actualizado: Guardar
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La primera plaza en el mercado del arte mundial, la ciudad de Nueva York, ha recibido una bofetada de escándalo y aún se tambalea pensando en las consecuencias. La Policía Federal de Estados Unidos está investigando una trama de falsificadores que durante años ha puesto en el circuito supuestas obras de creadores tan deseados por los coleccionistas como Jackson Pollock o Robert Motherwell. Los precios que se han pagado por ellas alcanzan los 17 millones de dólares (12,7 millones de euros) y el caso ha salpicado a marchantes tan venerables como The Knoedler Gallery, que cerró el pasado miércoles después de 165 años de historia.

Aunque por el momento no hay cargos contra esta galería, uno de los coleccionistas, el londinense Pierre Lagrange, la ha denunciado. Él fue quien compró el 'pollock' por la cantidad citada y encargó un estudio de resultados letales: los químicos comprobaron que la obra contenía dos tipos de pintura que no habían sido inventados cuando murió el artista, en 1956.

El primer hilo de la investigación condujo a una galerista mexicana, Glafira Rosales, pareja del empresario gallego Juan Carlos Bergantiños, que ya estuvo encausado en Galicia por unas presuntas falsificaciones. Rosales comunicó a Ann Freedman, presidenta de Knoedler y figura destacada en el comercio del arte en Nueva York, que tenía acceso a un misterioso coleccionista con obras a la venta de gran calado. Las habría comprado a artistas que hoy brillan en los libros de historia como Mark Rothko, Franz Kline o Willem de Kooning, entre otros. También se lo comentó a un marchante, Julian Weismann, que había trabajado para Knoedler y había representado al propio Motherwell.

Ambos pusieron en el mercado las obras ahora bajo sospecha. Algunas certificadas por fundaciones como Dedalus, creadas por el último artista citado para velar por su obra, que luego se retractó al comprobar que en algunos lienzos había pigmentos, como en el caso de Pollock, distintos a los que se usaban en vida del autor.

Las alarmas empezaron a saltar cuando, al ser interpelados, ninguno de los dos galeristas pudo dar una versión creíble sobre la procedencia de las pinturas. Uno de los compradores, una galería en Irlanda, insistió sobre este asunto, y el abogado de Rosales le aseguró que el misterioso vendedor era un hijo del pintor mexicano Gunther Gerzso, lo que no aclaró nada. Tampoco al FBI, que desde 2009 anda buscando la verdad sobre este turbio caso.

La prestigiosa Ann Freedman ha argumentado como prueba de su buena fe que ella misma compró algunas obras, como un motherwell de la serie sobre la Guerra Civil española. Pero su salida por la puerta de atrás de Knoedler, donde había trabajado durante 31 años, dio que hablar.

De momento, solo se sabe que hay falsificaciones. Los culpables aún están por determinar. Si estos 'artistas' son capaces de replicar los más nimios detalles de las tablas flamencas, ¿por qué no podrían hacer lo mismo con las gotas de pintura de Pollock? Nueva York mira ya con recelo las joyas de sus galeristas.