reflexiones

Una Davis sin milagros

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Pues respondió, vaya si respondió Rafa Nadal a la llamada que proclamábamos hace justo una semana. España ya tiene su quinta Copa Davis. Previsible, sí, pero no por ello menos meritoria la victoria de la Armada en Sevilla. Y una cosa más que puedo tachar de mi lista de cosas que hacer antes de morir tras palpar in situ el 'ambiente canchero', la calidad de Nalbandián, la potencia de Del Potro, la garra de Ferrer y la grandeza de Nadal.

A Feliciano López y Fernando Verdasco también fui a verlos, que conste, pero no estuvieron muy por la labor de mostrarse, la verdad. Porque detrás de esta final de Copa Davis se encierra un éxito deportivo rotundo del tenis español, pero también varias verdades que no se deben obviar. La primera es que Nadal mueve el tenis español, pero todo el tenis español no es Nadal, pese a que en esta ocasión se erigió por primera vez en su carrera en el héroe de la eliminatoria para alzar la Ensaladera; la segunda, que la Copa Davis es especial, mágica, pero no hace milagros y no se puede pensar que un jugador que ha pasado 2011 inédito va a recuperar su nivel de hace dos o tres años por el mero hecho de ponerse la roja y estar apoyado por más de veinte mil personas; la tercera, y más dolorosa, es que la cultura tenística española brilla por su ausencia en la mayoría de los casos.

Tan triste fue comprobar cómo la afición argentina tiraba de exceso de experiencia para detener los partidos cuando su número 1 las pasaba canutas en los individuales con la connivencia de un juez de silla que no estuvo a la altura de las circunstancias como escuchar desde la grada gritos de 'tú sí que vales' para animar o felicitar a Nadal o Ferrer. Eso sí que es una gran gotera y no lo que 'amenazó' el inicio de la eliminatoria el viernes. El precio que hay que pagar cuando el deporte se convierte en espectáculo y evento social. Y eso que los abonos salieron al final entre 20 y 40 céntimos el minuto de juego.