Opinion

Tragar la píldora

Una lección clara para el nuevo Gobierno: no es posible predicar la austeridad sin practicarla

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En este cuarto de hora en el que el euro (y nosotros con él) se encuentra en 'defcon1', en que su desaparición ha dejado de ser una hipótesis teórica para convertirse en una amenaza bien tangible, su suerte se va a jugar en la credibilidad que ofrezcan los nuevos compromisos de consolidación fiscal, rigor presupuestario y efectividad de las reglas de cumplimiento. Y en ese entorno, que va a enmarcar decisivamente los primeros pasos del Gobierno que forme Mariano Rajoy, se impone la pregunta acerca de qué tolerancia existe en la ciudadanía para aceptar las medidas de austeridad que inevitablemente van a producirse.

Hay quienes dicen que -a pesar del tacitismo preelectoral del PP- todo el mundo es consciente de que nuevas medidas de austeridad son inevitables y hay mucha gente dispuesta a 'morder la bala', a aceptar los sacrificios como condición imprescindible para salir del hoyo. Otros creen que, al igual que ha sucedido en otros países (Reino Unido, Portugal, Grecia) e incluso en España (Madrid, Cataluña, Galicia y Castilla-La Mancha), los colectivos más directamente afectados van a oponer una fuerte resistencia en la calle.

Justamente en estos días hemos conocido los datos de la encuesta del CIS sobre 'Opinión Pública y Política Fiscal', con información recogida el pasado mes de julio. Esta encuesta anual ofrece algunas pistas de interés sobre lo que podemos esperar en la reacción de la opinión. Existe una generalizada conciencia de que se pagan demasiados impuestos (55%) y de que no están justamente repartidos (82%). Esto no es extraño ni nuevo: las opiniones han variado poco en los últimos años y no son demasiado diferentes de las que se recogen en otros países. Una amplísima proporción de los ciudadanos piensa que en España hay mucho o bastante fraude fiscal (84%), pero tampoco esta percepción ha crecido con la crisis. En cambio, la sensación de que se recibe del Estado menos de lo que se paga en impuestos sí ha crecido con la crisis: el 60% (50% antes de la crisis) cree que sale perjudicado entre lo que paga y lo que recibe. Y lo más llamativo de esta percepción es que resulta transversal: la sensación de pagar más de lo que reciben la experimentan con intensidad idéntica en los escalones superiores e inferiores de la pirámide social. En otras palabras: hay una generalizada percepción de ineficiencia y despilfarro en el uso de los recursos.

He aquí una lección clara para el nuevo Gobierno: cualquier medida de austeridad que se le pida a la gente tiene que venir acompañada de una señal fuerte de corresponsabilidad en la gestión del gasto. No es posible predicar la austeridad sin practicarla, y la sensibilidad de la gente está a flor de piel con estas cuestiones. La ejemplaridad a la hora de evitar duplicidades, despilfarro y gasto suntuario o injustificado será la clave para que se acepte tragar la píldora.