Abdelilá Benkirán celebra en la sede de su partido en Rabat la victoria en las elecciones legislativas. :: AP
MUNDO

Un islamista a la sombra de palacio

Abdelilá Benkirán, líder del Partido Justicia y Desarrollo, supera como nuevo jefe de Gobierno en Marruecos un pasado de militancia en grupos extremistas

EL CAIRO. Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Dicen de Abdelilá Benkirán que es un hombre con dos caras. El primer islamista de la historia en liderar el Gobierno marroquí es un hombre pragmático e inteligente, reformista pero sin alejarse demasiado de los muros que rodean el Palacio, de aspecto paternal pero de exabrupto fácil, con un discurso perfectamente medido a la talla de su interlocutor. El líder del Partido Justicia y Desarrollo (PJD) representa una de las facciones más duras de su formación, pero Benkirán es un hombre que ha sabido moderarse con los años.

Muy lejos queda su militancia en la Chabiba Islamiya, aquel grupo extremista violento que intentó en los años 70 imponer un Estado islámico en Marruecos. Su paso por la cárcel y la sangrienta experiencia del Frente Islámico de Salvación argelino le convenció de que el camino debía ser otro y con otros futuros líderes del PJD salió de la clandestinidad a mediados de los 80 y abrazó la acción política. Desde entonces, Benkirán ha sido un fiel defensor de la monarquía.

Y es que, en el fondo, el PJD debe mucho a la corona marroquí. Su nacimiento fue favorecido por el majzén -el entorno de asesores del monarca- para canalizar el sentimiento islamista, controlarlo y prevenir su radicalización. El partido admitió a los antiguos militantes de la Chabiba y ha sido un defensor irreprochable del sistema representativo marroquí.

Benkirán es rabatí, nació en el barrio de Akkari hace 57 años, aunque reside en la ciudad gemela de la capital, Salé, al otro lado del río Buregreg, uno de los bastiones del islamismo marroquí y por donde ha sido diputado los últimos 14 años. La primera vez que se le ha visto con corbata fue en la reunión que mantuvo con Mohamed VI el pasado 29 de noviembre, en la que el monarca le nombró presidente del próximo gobierno. El islamista, enemigo de los trajes, suele lucir vestimentas más cómodas e informales, que le ayudan también a proyectar esa imagen de cercanía al pueblo. A la cadena Al-Arabiya le confesó que solo tiene una corbata, «la que uso para las ocasiones especiales, que es la que me puse para mi encuentro con el rey», dijo Benkirán.

En el año 2008, ocupó la secretaría general de su partido y su oposición en el Parlamento no ha estado exenta de polémica. En 2010 intentó prohibir un concierto de Elton John y dijo de él que intentaba «homosexualizar Marruecos». En 2003 se opuso ferozmente a la reforma de la Mudawana, el código de la familia marroquí que ha otorgado más derechos a las mujeres, como el de divorciarse o el de exigir el permiso de la primera esposa en el caso de que un hombre quiera tomar una segunda.

En aquel momento, Benkirán llegó a decir que lo que esta ley iba a conseguir en lo que respecta a la poligamia era que hubiera más divorcios en Marruecos porque, según sus propias palabras, «en el pasado, cualquier hombre que quería casarse con una segunda esposa, lo tenía fácil. Hoy tiene que pedir permiso a la primera esposa y al juez. A veces, esto obliga simplemente al hombre a divorciarse de la primera esposa (.) Satán nunca está más contento que cuando hay un divorcio en la familia». Su esposa, sin embargo, confía en que él nunca tomaría una segunda esposa, como aseguró a Al-Arabiya. «Él sabe que el amor no se puede distribuir entre cuatro individuos (el Islam permite al hombre casarse con hasta cuatro mujeres)», reconoció.

Trabajo social

Con su presión, el PJD también consiguió que la nueva Constitución presentada por Mohamed VI el pasado junio no incluyera la «libertad de creencia» como uno de los derechos de los marroquíes, aunque el Estado sí reconoce la libertad religiosa y la garantiza. Ni el PJD ni Benkirán han ocupado puestos de responsabilidad en el país con los que hayan podido adquirir una experiencia en asuntos públicos, algo que puede parecer una desventaja. Pero eso también les ha blindado del escrutinio público, que hasta ahora solo ha podido conocer al PJD de proximidad, el trabajo social hecho con las clases más humildes de la sociedad, el fuerte de los islamistas.

Como otros partidos islamistas más o menos moderados que han llegado o llegarán al gobierno en Túnez o Egipto tras la 'primavera árabe', el PJD se beneficia de esa «virginidad» de poder, que les hace puros a los ojos de los votantes de las lacras de las que adolecen otras formaciones, como la corrupción, contra la que ellos han hecho campaña.