Castillejo tiene su cuartel general en un caserón en pleno centro de Madrid lleno de 'Pocoyós', 'Patos' y 'Elis'. :: JOSÉ RAMÓN LADRA
Sociedad

El conde de Pocoyó

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A José María Castillejo (Madrid, 1962) hay que tratarlo como 'excelentísimo señor'. O eso dicta el protocolo. Pero viéndolo moverse por Madrid al volante de un coqueto Smart pocos podrían imaginarse que se encuentran delante del mismísimo conde de Floridablanca. Y menos aún cuando los fines de semana cambia su minúsculo coche por una furgoneta de reparto Mercedes Sprinter 'tuneada' con asientos para viajar cómodamente con sus seis hijos y su mujer. Casi todo el mundo lo conoce como el presidente de Zinkia Entertainment, una de las principales empresas de animación del mundo que hasta cotiza en Wall Street gracias a Pocoyó, su buque insignia. Pero solo hay que rascar un poco en el currículum de Castillejo para asombrarse con el amplio ramillete de marquesados y condados que atesora, incluidas dos Grandezas de España.

Un árbol genealógico que en el caso del padre de Pocoyó -aunque puntualiza que esta paternidad la comparte con 40 personas más- se remonta a la mismísima pata del Cid. Sí, sí, Rodrigo Díaz de Vivar fue su antepasado y lo tiene todo documentado para goce de los historiadores. Pero para él sus títulos no dejan de ser una anécdota que contar tomando café o jugando a las cartas. Si le dan a elegir otro tema que no sea el aristocrático seguro que no faltan sus recuerdos de las tardes de verano navegando por las costas mallorquinas o cuando, acampado al raso en el lago Allagash (Maine, EE UU) se quedó maravillado al ver pasar el cometa 'Halley' con solo 24 años.

«Hay gente que se avergüenza de los títulos, cuando hace solo unos años hasta se hacía alarde de ello. Yo no me avergüenzo, es una realidad, los tengo y no los voy a esconder. No tengo otro mérito que haber nacido hijo de mi padre», puntualiza el empresario, en cuyo álbum de boda no falta el príncipe Felipe o una audiencia posterior con el papa Juan Pablo II. Eso sí, Castillejo se confiesa como un «simple currante más al que le encanta trabajar». Tiene claro cuál es su mejor título: el de emprendedor, algo que comparte con su antepasado el primer conde de Floridablanca, quien en el siglo XVIII puso en marcha el actual Banco de España.

La gesta de Castillejo como VII Conde de Floridablanca no ha ido por la banca, aunque su mujer, Ana Chico de Guzmán, sea bisnieta del banquero Juan March e hija del Duque de Ahumada. El éxito llama ahora a su puerta. Pocoyó, asegura, «se ha convertido hoy por hoy en el personaje español más conocido en el mundo por delante incluso del Quijote...», aunque pocos sepan que su etiqueta lleva un 'Made in Spain'. El niño vestido con un peculiar traje de felpa azul tiene su casa oficial en un caserón del centro de Madrid y desde allí se asoma a los televisores de más de un centenar de países. «Pero no ha sido un pelotazo, que conste. Llevamos ocho años trabajando en él», apunta Castillejo, que antes de Zinkia había levantado más de veinte empresas.

Lo mismo ha tocado la energía que la agricultura o las telecomunicaciones con todo tipo de suerte. Y no se le suben los colores cuando reconoce abiertamente que ha rozado la bancarrota absoluta en varias ocasiones. «Me he dado batacazos; es importante dárselos y salir vivo de ello. No soy más listo que nadie. En una ocasión mis hermanos tuvieron que comprarme un montón de activos familiares que no me los habrían comprado si no hubiera tenido la necesidad. Eso me mantuvo a flote», recuerda Castillejo, 'Casti' para los amigos. Solo le quedó una tienda de alquiler de teléfonos en la que había invertido 3.000 euros... que seis años después vendió por muchísimo más. Resurgió en el mundillo y de ahí salió el dinero para Zinkia. «Hay que asumir riesgos y el dinero hay que ponerlo a trabajar», resume como su 'secreto', además de que apenas duerme cinco horas diarias y que, por difícil que parezca, silencia su móvil los fines de semana.

Huérfano con once años

«Cuando eres huérfano desde los once años entiendes que la vida te la tienes que currar tú, que te tienes que sacar las castañas del fuego y no te las van a sacar otros», destaca Castillejo, orgulloso de que su compañía roce los 40 millones de euros por su valor bursátil. Era el mayor de siete hermanos y desde el principio tuvo claro que lo suyo era emprender, aunque optó por licenciarse en Filosofía en Roma, a lo que después sumó un MBA. Quizás en su vocación, aparte de los genes de sus emprendedores antepasados, influyese bastante su abuelo, José María Oriol, con quien se crió y que fue presidente durante 50 años de Hidroeléctrica Española.

Castillejo se pasea por su cuartel general madrileño sin chaqueta. Ni siquiera se la puso cuando su compañía comenzó a cotizar en bolsa o abrió una oficina en China. Por supuesto, aquí nadie lo llama conde o marqués. A él le va más el perfil de «viajante-representante de comercio. ¡Solo me falta la maletita con muestras de tela, como se iba antes!», explica entre risas, recordando que al menos dos semanas al mes está fuera de España. Una de sus próximas paradas será Estados Unidos, donde ya lo esperan sus compañeros de otras empresas de animación para que les haga una paella gigantesca. El año pasado cocinó para treinta personas y algunos ya le están escribiendo mensajes para que no se olvide de incluir el azafrán en su equipaje. Los fogones le encantan, pero sobre todo comer, aunque lleva unos meses a dieta junto a su mujer. Ya ha perdido más de diez kilos con la famosa dieta Dukan, pero ahora la lleva regular. Lo suyo son las sobremesas, chistes incluidos... siempre que no esté su suegro, porque le gana por goleada en cualquier reunión familiar.

Sin embargo, su mayor pasatiempo es la Historia. Pero no porque le corra por las venas. O al menos eso puntualiza. Apasionado de las gestas españolas, devora todos los libros que caen en sus manos, lo que le hace pasar totalmente de la tele en casa... aunque sea su negocio. En especial le entusiasma bucear en los orígenes de Cristóbal Colón, porque defiende la teoría de que el descubridor de América nació en Mallorca. Hasta intercambia sus opiniones con la princesa de Kent sobre el asunto. «Hay muchos indicios, como que les puso nombres mallorquines a las islas que iba descubriendo», matiza fascinado al repasar ese capítulo de la Historia. Pero la cosa no termina ahí.

Siempre que viaja en familia, por supuesto en su furgoneta, hay una parada obligada en los castillos que se encuentren cerca de su ruta. En ellos les da clases de Historia a sus pequeños, pero en plan cuento, ya que sus edades van de los 5 a los 10 años, trillizas incluidas. Su última parada: el sevillano Castillo de El Real de la Jara, donde en uno de sus cuentos convirtió al benjamín de su prole en el espíritu de la fortaleza. «A ellos les encanta», detalla. Lo llevan en los genes y algún día heredarán unos títulos con siglos a sus espaldas... con permiso de Pocoyó, al que este noble ya ha convertido en rey de la pequeña pantalla. Y queda dibujo animado para rato: «¡Me encanta trabajar!». La palabra jubilación no se encuentra en su diccionario.