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La refundación

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Nunca sabremos si Europa está inconclusa o jamás estuvo hecha del todo. Ahora la extraña pareja compuesta por Sarkozy y la señora Merkel, que quizá sean tres, ya que ella vale por dos, desean refundarla como se refunden las campanas. Se trata de salvar al euro, que para los pobres ha sido una estafa redonda, pero hay que hacerlo a toda prisa, que para luego es tarde. A los estadistas los están sustituyendo los gerentes y hace falta un gobierno económico, pero no es fácil arrastrar a las masas ofreciéndoles «disciplina presupuestaria», sobre todo teniendo en cuenta que la mayoría de la gente está para el arrastre.

Siempre fuimos no solo europeos, sino uno de los cuatro países que fundaron Europa. No se debió de hacer muy bien cuando ahora hay que volver a intentarlo. Según Heráclito, no es posible bañarse dos veces en el mismo río, pero según cualquier ciudadano que tenga los zapatos rotos, siempre es fácil meter la pata en el mismo charco. Nos hemos hecho más escépticos a medida que nos piden mayor confianza. No es exacto hablar de desilusión, porque no estábamos ilusionados. La mayoría de los españoles tenemos una psicología de supervivientes. No solo las personas de mi edad, que vimos cómo se mataban mutuamente nuestros mayores, sino todos los que éramos niños cuando la guerra y nos quisimos quedar a ver cómo era la vida.

Siempre hay claros en el bosque y mientras escribo estas palabras me entero de que Mingote, que siempre ha sido un aristócrata de la inteligencia y del trabajo, es marqués de Daroca. Quizá nadie más unánimemente querido que Antonio Mingote. Acaso el tiempo sea plano, pero reaparecen sombras que solo algunos vemos, desde Rafael Azcona y Manolo el Pollero a Edgar Neville y Tono. También se alegra Rafael de Penagos y alguien dichosamente vivo como Alfonso Ussía, el más joven de sus auténticos amigos. Nos alegramos y hay que proclamarlo, en vez de seguir hablando de las deudas autonómicas. Nobleza obliga.