Egipto ensaya su democracia
La dificultad del recuento mantiene la incertidumbre sobre la magnitud del triunfo islamista y el ascenso de los salafistas
EL CAIRO. Actualizado: GuardarDespués de tres jornadas maratonianas de recuento de votos, la comisión electoral egipcia apenas dio ayer el resultado oficial de participación -que ha sido alta, del 62%-, y anunció que la grandísima mayoría de los candidatos de listas abiertas deberán concurrir a una segunda vuelta. Los egipcios se quedan de esta forma sin saber si se confirman las tendencias adelantadas por los partidos políticos en esta primera vuelta de las legislativas, que dan una gran victoria a la formación de los Hermanos Musulmanes y sitúan como segunda fuerza a los salafistas de Al-Nur.
En una brevísima comparecencia ante los medios, el presidente de la junta electoral, Abdelmoaiz Ibrahihm, dijo que estaba cansado y se marchó sin aclarar qué porcentajes ha obtenido cada partido. Los minutos que estuvo ante la prensa sí le dieron para decir, en un alarde de entusiasmo, que la participación había sido «la más alta desde la época de los faraones», y que se habían producido irregularidades, pero que no habían afectado a la integridad de los comicios.
El auge de los partidos salafistas ha cogido por sorpresa a gran parte de las élites laicas y progresistas del país y a muchos medios de comunicación nacionales e internacionales. Esto prueba, por una parte, la enorme brecha y desconocimiento que se tiene del Egipto más rural y popular -la base de estos grupos salafistas- y, por otra, «la poca presencia que han tenido estos grupos en los medios seculares, que los han visto siempre como algo casi gracioso, una curiosidad sin importancia», explica Gamal Abdel Gawad, analista del Centro Al-Ahram de Estudios Estratégicos y Políticos.
Quizás ahora, citas como la del candidato parlamentario salafista Abdelmoneim el-Shahat, que en una entrevista el pasado jueves en la televisión egipcia aseguró que la literatura del premio Nobel Naguib Mahfuz «promueve la promiscuidad, la prostitución y el ateísmo», no resulten tan «curiosas».
La gran victoria islamista podría servir de revulsivo para los grupos laicos, que tienen como asignatura pendiente llegar a las clases más modestas de la sociedad. Ayer, el bloguero y candidato del Bloque Egipcio Mahmud Salem, más conocido en el país por su pseudónimo Sandmonkey, se dirigía así a sus seguidores en Twitter: «Gente, en vez de entrar en pánico por la victoria islamista, id a hacer de voluntarios en las campañas de los partidos que apoyáis. Dejad de ser tan lloricas».
Pese a que todo parece indicar que el nuevo Parlamento tendrá una mayoría de fuerzas islamistas, el Partido Libertad y Justicia (PLJ), el brazo político de los Hermanos Musulmanes ha desmentido que tenga alianza alguna con los salafistas de Al-Nur y que, llegado el momento de formar Gobierno, lo hará con las fuerzas de su coalición, la Alianza Democrática, en la que se encuentran partidos laicos como el Ghad o el Karama.
La Hermandad se encuentra, ciertamente, en una disyuntiva. «Durante años han intentado posicionarse como moderados, y su asociación con los salafistas puede manchar esa imagen, por lo que, en cierto modo, querrán mantener las distancias», asegura Abdel Gawad. Sin embargo, «tampoco pueden ignorarlos porque son la segunda fuerza del país y, además, comparten algunos objetivos conservadores», apunta el analista.
Tensiones con los militares
El nuevo Parlamento, que no se formará hasta mediados de enero, también podría crear nuevas tensiones con la junta militar, ya que el partido mayoritario, previsiblemente el PLJ, podría querer formar Gobierno, como ya han dejado caer los Hermanos Musulmanes.
Por si acaso, los militares ya han dejado claro que Kamal Ganzuri, nombrado por ellos la semana pasada, seguirá en su puesto hasta las elecciones presidenciales, ya que solo el jefe de Estado (ahora mismo la junta militar) puede nombrar al Gobierno.