La persona y el protocolo de Kioto
Actualizado: GuardarEl ser humano es contradictorio por naturaleza, capaz de lo más sublime y de lo más abominable según Protágoras filosofo griego que nació en el año 490 a.C. Las personas somos autores de situaciones paradójicas que resultan en ocasiones de increíble e indeseable conducta, ejemplos que nos ilustra lo expuesto lo tenemos en que: el ser humano ama la paz y sin embargo se prepara para la guerra; bendice las armas con las que luego sin justificación alguna, utiliza para matar, inventa y aplica trabajos científicos para la mejora social y después la utiliza con fines bélicos; en el desarrollo de sus industrias alteran las condiciones físicas Naturales de forma inconsciente con unos resultados posteriores que resultan ser de lo más lamentable. Ya dijo Francis Bacon, «a la naturaleza se la domina obedeciéndola» y recuerdo esta frase, porque parece inspiradora en la parte bondadosa de la persona, de una gestión conocida por todos como Protocolo de Kioto.
El Protocolo de Kioto, para mí, es como un grito que da la parte espiritual y racional de la persona, que nos advierte del tremendo peligro que nos acecha y que ya nos está mostrando sus prolegómenos, en las catástrofes provocadas por el calentamiento del medio ambiente (efecto invernadero) producido por la cantidad excesiva de CO2 (dióxido de carbono) y otros gases igualmente peligrosos lanzado sin control a la atmósfera. Paradoja: este daño, conocido por la clase científica parece ser ignorado por condicionantes de política económica internacional en determinados foros y a su vez es censurado por los mismos científicos en otros. Al parecer los estados más poderosos son los autores de esta situación paradójica.
El efecto producido por los desequilibrios en el uso desmedido de poder de algunos estados en la humanidad, crea una desolación inconsolable en las víctimas de los cataclismos artificiales consecuencia del abuso de elementos contaminantes.
Quiero entrar en el efecto religioso que, en la humanidad produce estas catástrofes que por no ser naturales, son imprevisibles y causante de grandes desgracias y mortandad. Otro aspecto paradójico: el mundo humano es creyente en su gran mayoría en un ser supremo regidor del universo. Se hacen códigos de conducta, convenciones, acuerdos, protocolos, por respeto al Ser Superior y amor a la humanidad. Pero pueden más otros interese que, impiden su obediencia y lo más lamentable de todo es, otra paradoja: que los causantes de tanta desgracia, al ver tanto dolor y muertes, tienen la desfachatez de exclamar hipócritamente, algunos, como auténticos ignorantes otros : ¡¡¡. y tu, Dios como permites esto !!! y lo tremendamente indígnate es, que acusan al Gran y Divino Inocente. No queremos darnos cuenta de nuestros errores y adjudicamos nuestra temeridad y culpa a quien no la tiene, condición defectuosa muy humana además de la de ser contradictorios.